miércoles, 7 de diciembre de 2011

Buitrago del Loyoza

Dios nos demuestra su amor enviándonos a su Hijo como ejemplo.

Jesús nos ha querido tanto que dio su vida por nosotros.

Jesús habla de muerte y vida a la vez porque morir es vivir.

Los discípulos creen que ya no pueden recibir más amor pero todavía les queda por ver.

"Amaos como yo os he amado."

Si lo llevásemos a cabo, las demás leyes estarían cumplidas.

Amar es vencer al pecado.

No hay mayor ejemplo de amor que la vida de Jesús.

El Señor me ama por encima de todo, cuando recibo un abrazo, un guiño de complicidad, una sonrisa.

Ahí es cuando sé que Dios me está amando. Incluso en los malos momentos cuando pienso que Él no está, recuerdo esos gestos y vuelve a estar presente su amor.

Jesús nos ama sin pedir explicaciones, aún sin saber cómo somos o cuáles son nuestros miedos, nuestras inquietudes.

Jesús sólo quiere compartir la felicidad de sentirse querido por su Padre. No importa que no lo entiendan, sólo tienen que creer.

Jesús tiene mucha paciencia y no se queja de que no le entendamos, es más, lo agradece porque así pasamos más tiempo con Él.

Me siento amada en los pequeños gestos y detalles que me encuentro cada día. A la vez procuro que mi amor a los demás se parezca al suyo aunque a veces me cuesta.

El amor gratuito es muy complicado de llevar a cabo. Siempre esperamos algo aunque en ocasiones no recibimos pero somos conscientes de que hemos amado y nos sentimos realizados.

La gente que sigue a Dios por egoísmo es porque realmente no le ha conocido, le ha cerrado la puerta.

Aún así ellos esperan que teniéndole cerca puedan abrir a Jesús esa puerta que con tantas fuerzas habían cerrado.

Jesús quiere a Judas sabiendo que le traicionará. Eso es verdadero amor.

"Lo más bonito que Dios te ha dado es un corazón capaz de amar."

Jesús ama sobre todo al que necesita su amor sin sentir esa necesidad.

El pecado nos aparta de ese amor, pero a Dios no le importa esa barrera porque sabe cómo saltarla.

Es complicado amar a los demás porque como personas que somos nos cuesta reconocer que Jesús nos ha querido sin condición y que debemos hacer lo mismo.

El amor de Jesús lo puede todo. Es capaz de llegar al sitio más oculto y permanecer allí sin que nos demos cuenta.

"El amor es paciente, es servicial; no es envidioso, ni jactancioso. El amor no busca interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal, no se alegra con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo soporta. El amor no acaba nunca."

El amor lo es todo y sin amor nada somos.

"El único sitio donde Cristo no entra es donde uno se cierra."

Jesús siempre pregunta y eres tú quien tiene la opción de aceptarle o rechazarle.

Dios es amor y el amor todo lo espera. No importa cuándo, sólo importa que le abras la puerta.

Jesús esperará sin reprochar nada, sin esperar nada a cambio, sólo tu felicidad.

Su mayor expresión de entrega está en la Eucaristía. donde se humilla para hacerse pan y quedarse con nosotros en la tierra.

Los apóstoles sólo son conscientes de tanto amor cuando ven la Resurrección.

Hacerse pan es la forma más humilde de quedarse.

Estar en Cristo es seguirle, querer ser como Él y entregarnos a los demás como Él se entregó por nosotros.

La Eucaristía nos lleva a darnos en nuestro día a día por enteros, a vivir en el amor, a anunciar la esperanza, a llevar a Dios a aquellos que todavía no le conocen, a aquellos que no le quiere dejar entrar en su corazón.

Y es que cuatro días de silencio dan para mucho.

martes, 29 de noviembre de 2011

Cara a cara

Ya he empezado a hacer la maleta.

Sí, es verdad que el miedo ya ocupa bastante lugar y es difícil encajar la confianza. Es posible que en el último momento decida dejarlo en el armario.

La ilusión está escondida debajo de la incertidumbre. A veces, me da vergüenza mostrar tanta seguridad contigo.

La tristeza ni la he sacado de la caja, dudo mucho que me sea útil estos días. La felicidad la llevaré puesta, me han dicho que allí hará frío y mejor será ir abrigada. Además, creo que también tendré a mano la esperanza que nunca se sabe.

Nostalgia será lo que traiga de allí. Es posible que compre algo de decisión y algún paquetito de impaciencia.

Espero no olvidarme de la humildad para cambiarla por la soberbia, que me viene muy grande.

A la familia como recuerdo les traeré alguna sorpresa y a los amigos, caramelos de respeto.

Está casi hecha la maleta... ¡Tan sólo me queda comprar los billetes directos a Buitrago!

martes, 22 de noviembre de 2011

Felicidades

La vuelta a casa ha estado cargada de sorpresas. Apenas acababa de dejar la maleta en la habitación y ya tenía tarea por hacer.

La hermana Ana me invitó a la renovación de votos que ha sido durante la Eucaristía de esta misma mañana. Infortunadamente, una de las hermanas tenía turno de portería y alguien debía cubrirla para que ella también pudiese renovar con la comunidad. Cómo no, la hora que he sustituido ha estado llena de anécdotas.

La primera sorpresa del día ha sido encontrar a la hermana Marta sentada con una sonrisa de oreja a oreja sabiendo que hoy sería un gran día. En cuanto he ocupado su lugar, he recibido la primera visita del día y a mí nadie me había informado de lo que debía hacer en estos casos.

Por más que le he dicho a la mujer que las hermanas estaban en Misa y que hasta las diez no podrían atenderla, ella ha preferido quedarse sentada alegando que no tenía nada que hacer en su casa y que en la calle hacía mucho frío. Ha sido la primera de tantas personas que hoy nos visitaban en busca de un carro lleno de comida o un empleo.

Mis compañeras no paraban de salir a la calle dispuestas a comenzar una nueva semana de clases. Alguna, incluso, ha tenido el detalle de hacerme compañía durante unos minutos.

Nada más finalizar la Eucaristía, la hermana Carmen se acercó a relevarme. Me abrazó, me dio un par de besos y la felicité. Después me ofrecí para quedarme allí unos minutos más si era necesario, total, no tenía nada importante que hacer. Y se marchó a desayunar con el resto de comunidad, no sin decir "que Dios te lo pague" acompañado de un abrazo más sentido que el anterior.

Para terminar la mañana, el último en visitarme fue el fontanero que venía a desatascar unas cuantas duchas. No tenía la más mínima idea de qué hacer con él, así que le mandé a tomar café hasta que bajase la hermana que supiese a dónde mandarle. Por suerte, no pasaron más de diez minutos cuando la hermana Desamparados llegó para quedarse. 

Aún no me había ido cuando el fontanero volvió y la hermana Cándida ya atendía a todos los que allí esperaban.

Solo ha sido una hora y he tenido las anécdotas más interesantes de todo el día. 

Me encantaría pasar tantas horas como pasan algunas de las hermanas para tener un millón de cosas más por las que dar gracias al finalizar el día y pedir por aquellos que lo necesitan.

martes, 15 de noviembre de 2011

Como el alfarero

Hoy ha llovido pero ha sido un día radiante. La lluvia, a pesar de caminar bajo el paraguas, ha sido una bendición.

No terminaba de convencerme pero lo hizo. Esta vez le costó trabajo aunque volvió a seducirme.

Sólo unas horas de silencio, unos minutos de escucha, unos segundos para caer rendida de nuevo.

Modelando arcilla, enseñando lo poco que sé, orando con doble fin, compartiendo anécdotas...

La noche iba de despedidas y la he convertido en una bienvenida. 

Me siento bien, muy bien. Ésta es mi casa, ésta es mi familia. 

Sólo Tú, sólo yo y para siempre.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Bon, je suis...

Monique es mi vecina de pasillo, tan solo nos separa una habitación. Siempre coincidimos en el comedor, ella recoge los platos sucios mientras yo estoy comiendo pero hay tiempo para intercambiar sonrisas de complicidad. Apenas lleva viviendo dos meses en España y le cuesta hablar castellano aunque lo entiende casi a la perfección. De todas las prenovicias que han ido llegando estos meses es la que lleva la ropa más alegre y colorida, la que más llama la atención.

Esta misma tarde, mientras Ana, mi compañera de carrera, se apropiaba de mi ordenador en mi habitación, alguien golpeó la puerta. Pensé que estaríamos hablando muy alto y molestábamos o cualquier otra cosa parecida. Estaba totalmente equivocada. Quien esperaba tras la puerta era Monique.

La invité a pasar a mi habitación. Permaneció de pie, quieta, a la vez que observaba cada detalle del cuarto. Le pedí que se sentara en mi cama y yo, a su lado. Ana no tardó en salir corriendo de allí cuando Monique nos contaba el motivo de su visita... ¡Ella solo buscaba charlar!

Se arrancó confesando que quería perfeccionar su español. Lleva dos meses de clases intensivas pero la mayoría de veces solo trabaja la expresión escrita.

Monique viene de Burkina Faso, país africano donde la lengua oficial es el francés, y gracias a Dios me defiendo un poco con ella. Me contaba que tiene seis hermanos y vivía muy bien en Augadugú, aunque Ciudad Real también le gusta mucho pero no tanto el frío que hace estos días en la calle. Cuando más se ha explayado ha sido explicando lo que hace día a día, así, yo también he aprovechado para enterarme discretamente de lo que es la vida en el prenoviciado.

He tenido la oportunidad de enseñarle el significado de "echar de menos" o "echar en falta". Ha sido muy divertido cuando preguntaba, por ejemplo, si en la mesa faltaba un tenedor ella tenía que "echarlo de menos". También aprovechó para decirme que "saludara" a mi madre de su parte que nos interrumpió llamando al teléfono, a lo que tuve que aconsejarle que mejor era "dar recuerdos" de su parte. Ella apuntaba ilusionada todo lo nuevo que aprendía en una pequeña hojita de papel.

Me ha contado que estudió para maestra, que en alguna ocasión tuvo ganas de volver a su casa y que después de hacer oración cuando comparte lo vivido con las demás se limita a dar gracias a Dios para no complicarse con el idioma. Su comida favorita en España es la tortilla de patatas, aunque no sabía que estaba hecha con huevos de gallina, de hecho, se ha sorprendido muchísimo.

Preguntaba si podía venir a verme cada domingo en su hora de tiempo libre y así seguía practicando la expresión y oral y yo, encantadísima con la idea, la he invitado a venir cuando quisiera, tanto lunes, como martes, miércoles... la hora que mejor le viniese y el tiempo que ella estuviese dispuesta a compartir conmigo.

No sé si Monique solo se ha limitado a mejorar su castellano pero yo he disfrutado muchísimo de la compañía. Necesitaba sonreír, llevaba unos días malos y el ángel morenito que Dios me ha enviado ha sido la mejor medicina. Por cierto, mañana hemos quedado de nuevo para seguir "practicando español".

lunes, 31 de octubre de 2011

La familia crece

Ya son más de tres, casi cuatro, los años que he vivido en esta residencia y parece que solo han pasado unas semanas desde que ésta se convirtió en mi segunda casa. 

La idea de seguir conviviendo con religiosas no era la que más me entusiasmaba pero en aquel momento fue la única opción que mis padres me ofrecieron. Todavía recuerdo cómo aquel domingo llenaba la maleta de ilusión y alegría por primera vez.

He tenido la suerte de "estrenar" la casa y esto me ha dado la oportunidad de conocer a muchas Religiosas de María Inmaculada, algunas de ellas de manera más efímera que otras pero todas y cada una de ellas han aportado a mi vida.

En la residencia comparto mi día a día con mis mejores amigas, pero no solo ellas han sido testigo de mis malos y buenos momentos, las hermanas también son un gran apoyo con el que cuento.

A lo largo de estos años he vivido todo tipo de experiencias, desde la estancia en Quinta Asunción hasta las noches en las que la alarma anti incendio no paraba de sonar. Sería imposible olvidar la primera cena de Navidad, la recogida de la Cruz y el Icono de la Virgen en Roma, las noches de película, los momentos de oración con las novicias, los ensayos de cantos para la Eucaristía, las distintas charlas, los encuentros con compañeras procedentes de otras ciudades, las tardes de juegos con los niños, la bisutería de la hermana Carmen, la última despedida de fin de curso...

Hoy sólo puedo dar gracias por haber conocido esta Congregación. Soy consciente de que mi familia ya no está únicamente integrada por mis padres y mis hermanos, ahora tanto mis compañeras de residencia como las hermanas forman parte de ella.

martes, 25 de octubre de 2011

A la tercera va la vencida

¡Traigo muy buenas noticias! Hace una semana formalicé mi relación con él.

Desde hace unos cuantos meses no ha dejado de darme la lata pero yo siempre tenía un "no" en la boca para él. Con todos los chicos guapos y majos que conozco y voy a salir con el complicado. ¡Lo que me cuesta entenderle!

Solo en tres ocasiones me ha dicho que me necesitaba, que quería compartir más tiempo conmigo y hasta que lo ha conseguido. Ya llevamos una semana conociéndonos y nunca termina de sorprenderme.

Él es muy exigente. Me pide que le visite nada más salir de la cama, con esos pelos y la cara de sueño, sin embargo, para nosotros es el mejor momento del día. Es cuando más cosas tengo que contarle y él se sincera conmigo. Sabe que la pereza es uno de mis puntos débiles y me lo agradece como solo él sabe hacerlo.

Alguna tarde que otra, si las clases me lo permiten, le visito a su casa y siempre está rodeado de gente que le quiere, que le necesita casi como yo. A pesar de todo, él siempre tiene unas palabras especialmente para mí.

Antes de irme a dormir le gusta que le mande un mensajito, que le escriba alguna notita y yo como buena novia que intento ser lo hago encantada.

Como quiero estar al corriente de lo que ha sido antes de estar conmigo, sus relaciones, su familia, siempre que puedo leo su diario, ése que escribieron sus amigos hace unos cuantos años. ¡Conseguirlo fue lo más fácil de todo! Y cada línea que leo me enamora un poco más. 

Él parece muy complicado para mí y en estos siete días ya he tenido ganas de dejarle. Afortunadamente, siempre está ahí su amiga para animarme a seguir adelante con la relación. Ella dice que me ve muy feliz desde que esto empezó a ir en serio. Aunque yo sigo pensando que me está volviendo loca... 

¡Ya ha revolucionado a mis amigos! ¡No quiero imaginar cuando lo presente en familia!

lunes, 17 de octubre de 2011

Tomando decisiones

Hace días que no escribo. El motivo no es que no tenga nada que contar. Todo lo contrario.

He intentado plasmar en papel lo que estoy sintiendo en estos momentos, lo que pasa por mi cabeza. Es imposible. No se puede explicar con palabras.

Llamadas de horas, mensajes kilométricos... Y apenas he necesitado una frase para decirlo.

Me siento muy apoyada en la decisión. No debería alegrarme tanto, he sabido escoger con quién compartirlo. 

El tiempo corre y no sé si tener prisa o tomarlo con calma.

Pero de esta semana no pasa, decidido.

martes, 11 de octubre de 2011

Porque muchos son los llamados...

Llevamos un par de días preparando el que será el gran día de Fátima, nuestra compañera de residencia.

Fátima se instaló en la residencia inaugurando el noviciado de nuestra casa reformada. Después de tres años de formación está dispuesta a dar el siguiente paso, hacer los votos temporales.

La residencia está revolucionada. Las hermanas van corriendo de un sitio para otro, apenas hay tiempo para ensayar los cantos de la ceremonia y mañana empezaremos a acoger a sus familiares y amigos.

Desde que el viernes volví a casa apenas he visto a nuestra compañera. Comentan que está de retiro, se ha ido a reflexionar, a orar... 

La maestra de novicias, la hermana Marta, nos contaba esta misma tarde que había hablado con ella y entre nervios y alegría solamente le había dicho: '¡Ya ha llegado el día!'. 

Entre tanto jaleo, las demás nos hemos puesto de acuerdo para comprarle un pequeño regalo.

Cuando volvía de clase, en la misma puerta de la resi me encontré con Sara, una compañera que apenas pasa de los diecisiete años y no tiene muy claro qué hacer con su futuro. Tenía que hacer unas compras y le pedí que me acompañara. Después le propuse pasar por la librería religiosa y preguntar a la dependienta cuál podría ser el regalo perfecto para Fátima.

Llevan unos cuantos meses con la tontería de que yo seré la próxima novicia y como tampoco lo desmiento, al contrario, les sigo el juego, mientras caminábamos Sara me ha preguntado con sus mejores intenciones:

- María, ¿quieres ser monja?
- No... Bueno... No sé... ¿¡Por qué me preguntas eso!? ¿Y tú?
- Yo tampoco lo sé.

No he sabido qué responder y, por suerte, ya estábamos en la puerta de la librería dispuestas a entrar.

Tras ver la colección de libros, santos y demás que allí había, salimos más confusas de lo que entramos. En la puerta tuvimos unos minutos para continuar la conversación.

Sara me decía que quería ir a catequesis para confirmarse pero que el sacerdote de su pueblo se había negado a darla para solo dos niñas y, como pudimos, no tardamos en buscar solución. 

De vuelta a casa, la hermana Marta nos esperaba en el oratorio para nuestras reuniones semanales. 

Continuamos con el tema del gusto, pero esta vez no hemos necesitado saborear bombones ni gominolas. Hemos dado gracias por el gusto de llegar a casa y abrazar a la familia, el gusto de encontrar gente con las mismas inquietudes...

"Si tienes fe en Dios, asume el compromiso de ser cada día más bueno, más humilde, más justo, y podrás cumplir todos los compromisos adquiridos. Él te apoyará y nunca estarás solo."

lunes, 10 de octubre de 2011

La parte negativa

Este fin de semana estuve en las fiestas del pueblo de mi tío, un pueblo que apenas pasa de los cien habitantes y que se puede multiplicar por tres en estos días. Allí tengo unos amigos con los que he pasado este par de días.

Tras el primer contacto parecía que todo iba a ir como de costumbre, pero algo se traían entre manos.

- ¿Fuiste a la JMJ?
- Sí
- Con que tú eres una de esas de las que si el Papa le dice... blablabla

En cuanto vi que la conversación no me interesaba, me escaqueé como pude, aunque ellos tenían ganas de seguir provocando.

- Yo estuve en la manifestación laica.
- Pues qué bien
- Y hubo uno que...blablabla

A mi lado salió una chica que le continuó la conversación y solo llegué a escuchar:

- ¿De verdad estuviste en la manifestación?
- No, pero un amigo sí estuvo y me ha contado... blablabla

Después de esta conversación, si puede llamarse así, no volvimos a hablar en toda la noche, ni tan siquiera una sonrisa de complicidad cuando nos rozábamos bailando al ritmo de la orquesta. No sabía que tanto le afectaría mi presencia en la Jornada Mundial de la Juventud.

Pensaba contarle lo bien que me lo había pasado, alguna anécdota o cualquier tontería de esos días, sin embargo, me sentía como si mi afirmación hubiese sido algo espantoso. Fue en ese momento cuando decidí irme a casa, aquél no era mi sitio.

Una vez en la cama recordaba el par de horas que había compartido con mis padres, mis hermanos y un amigo de la familia al que fuimos a visitar y que vive en la residencia que tienen las Hermanitas de los Pobres en Los Molinos.

Aquella casa era enorme, todo rodeado de naturaleza y casi en la misma falda de la sierra. El amigo nos contaba que aquel lugar iba a destinarse para el noviciado y tuvo que cambiar su función porque solamente tenían tres novicias para un edificio de tales dimensiones. Decía que las mandaban a Francia, que allí había muchas más.

Nada más bajar del coche me dieron ganas de decirles a todos que me quedaba, que quería quedarme allí, que aquel lugar estaba hecho para mí. A mí que me encantan las historietas de las personas mayores y pasar el día en su compañía...

martes, 13 de septiembre de 2011

Todo se pasa

He retomado el cuaderno que empecé en Madrid, regalo de una gran amiga. Lo tenía un poco abandonado porque durante la noche en Cuatro Vientos tuvo la mala suerte de estar en la mochila que acabó de agua hasta arriba, ésa misma que guardaba el YouCat, el Libro del peregrino, mi hojita de las Sisters of Life, entre otras cosas.

Cuando volví a Getafe tuve ganas de tirarlo todo, yo no quería guardar nada tan deteriorado como había quedado todo. Gracias a Dios, esperé a volver a casa y comprobar que entre los libros que guardaban las mochilas de mis padres la gran mayoría se habían salvado. Aún así, no fui capaz de deshacerme de nada.

Estuve buscando un nuevo cuaderno pero ninguno estaba a la altura del que ya tenía a pesar de las condiciones en las que se encontraba. De vuelta a la resi, mantengo mi cuaderno, en el cajón del escritorio, y el YouCat, arrugado por la lluvia, en la mesita de noche.

Esto mismo me recuerda al cuaderno que llevé al Camino de Santiago, que no fui capaz de volver a cogerlo pasados más de seis meses. Tal vez por evitar malos recuerdos, malas sensaciones pero el día que me enfrenté a él, fue el día que de verdad comprendí lo valiente que había sido por no haber abandonado el Camino a pesar de las circunstancias y aunque cada día pareciese que la mochila pesara más.

La noche de Cuatro Vientos fue dura a nivel personal y ver las páginas mojadas de ese cuaderno me hacía recordar la experiencia. Por suerte, esta vez no han pasado seis meses, ni tan siquiera seis semanas, y los los frutos de la Jornada Mundial de la Juventud ya están empezando a cuajar.

Asimilo lo vivido, lo pongo en práctica en cuanto tengo ocasión y lo comparto con todo aquel que se ofrece a escucharlo.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Impulsos

Llevo un par de días intentando empezar el proyecto pero entre que no estoy muy animada y que no sé muy bien lo que tengo que hacer, no he hecho nada. Esta mañana volví a leerlo y releerlo y como no encontraba ninguna solución, me cansé de perder el tiempo y me fui directa al despacho del profesor, con tan mala suerte que no estaba allí.

De vuelta a la resi ya empezaba con los nervios típicos del primer día de clase. Salí dispuesta a encontrar la clase donde se impartiría la nueva asignatura de libre configuración en la que me he matriculado. De primeras, no está en mi edificio y el resto de campus no me ha interesado visitarlo hasta hoy.

Pregunto en conserjería por mi clase y me dan un librito para que yo lo busque y ahí no aparecía. Nombré a los profesores y les cambió la cara a las que allí estaban, les faltó llamarme loca. Según ellas, era imposible que el director de aquel edificio y la jefa de departamento de Matemáticas tuvieran una asignatura en común. En fin, les hablé de la clase que me habían dicho que era y ni eso era correcto. Aún así, me mandaron a una posible clase y sí, sí que era ésa la que yo buscaba.

Ya eran casi las cuatro de la tarde y llegó el primer compañero. Menos mal que no es tan callado como yo, enseguida me dio conversación y me puso al día de la asignatura. Unos minutos después llegaron unos cuantos más.

Estaba yo sola entre cuatro chicos hablando de su ingeniería poniendo cara de interesada a pesar de que no tenía la más mínima idea de lo que hablaban. Media hora después descubrimos que nos habíamos adelantado media hora a la clase.

Al terminar la presentación de la asignatura, seguí a mis compañeros que habían aumentado en número, suponía que saldrían a la calle porque ese edificio parecía un laberinto con tanto pasillo y tanta puerta y yo sola me habría perdido. 

Bajaba las escaleras cuando un compañero se acercó y me preguntó el nombre y demás preguntas que se suelen hacer cuando conoces a una persona. Para terminar se ofreció a llevarme a casa en coche y yo no supe poner otra excusa como la de que prefería ir andando, que apenas salía de casa y no andaba. Creo que aunque dije lo que de verdad sentía, sonaba a excusa mala malísima. Anda, que ir a ligar el primer día de clase...

Ya en la resi hablaba con mi madre por teléfono y le comentaba que hoy era día ocho y según mi penitencia, tenía que pasar por el confesionario. Ella decía que eso era muy exagerado ir todos los días ocho concretamente de cada mes. Antes de esto, ya tenía pensado ir a la pequeña iglesia que tenemos al lado pero como la conversación estaba siendo tan amena, ella no daba mucha importancia al hecho y yo no estaba muy convencida de ello, iba a esperar en la habitación leyendo una revista hasta la hora de la cena.

Ella me contaba que preparaba la cena para los sacerdotes que había invitado esta noche a casa, ya que a uno de ellos le habían destinado y querían despedirse. Yo, mientras tanto, escuchaba las campanas avisando de que en apenas cuarto de hora tendría lugar la Eucaristía.

- Bueno, ¿ya no me cuentas nada?
+ Ya te he contado todo.
- Pues mañana nos vemos. ¡Hasta mañana!

Pensando que todavía estaba a tiempo de ir a la iglesia, aunque no confesase, me vestí deprisa y me fui. No sabía lo que me encontraría, nunca antes había sentido curiosidad por entrar ahí. Salgo por la puerta de la resi y veo que una de las hermanas toma la misma dirección que yo. 

Solo fueron unos pocos metros pero ella tuvo tiempo para contarme su operación de juanetes detalle a detalle. Una vez dentro, ella me dijo que me quedase atrás si no quería ir delante con ella. Yo, vi dos confesionarios, uno ocupado y el otro... ¡Libre! No me lo pensé y me fui de cabeza.

Gracias a Dios, ahora puedo decir que me encuentro limpia. He tenido una pequeña charla muy interesante, como nunca antes, que me ha servido un montón y además estaba cumpliendo la penitencia que me había impuesto el padre Guillermo durante los días en Madrid.

La Misa era oficiada por un sacerdote bastante mayor que, por despiste, estuvo a punto de rezar dos veces el Padrenuestro. Éste era el hecho que comentaba a la salida con la hermana de vuelta a la residencia. Me preguntó por mis estudios y se "quejaba" de que la habían destinado a Santa Cruz de Tenerife. No lleva ni un año en Ciudad Real y ya tiene que volver a hacer las maletas pero como es la voluntad de Dios, bienvenida sea.

Para terminar el día, como viene siendo costumbre en esta semana, nos juntamos la mayoría de las residentes a ver la tele o alguna película. Lo mejor de todo es que las hermanas con las que compartimos el día a día allí están con nosotras intentando pillar el hilo de la serie.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Seguimos caminando

Día tras día voy asentando lo que viví en Madrid. Recibo reflexiones de aquellos días, busco vídeos, fotos, relatos... Quiero saber lo que se vio desde fuera, lo que vieron desde casa. No hay día que alguien me ve la pulsera y me diga '¿Estuviste en la JMJ? ¡Qué envidia me das!'

Esta misma mañana me he enterado de que tengo una compañera judía y decía que le hubiese gustado venir y vivirlo. Me acabo de dar cuenta de que hoy he conversado a la misma vez con una judía y un musulmán. ¡Impresionante!

Volviendo al tema, estos primeros días de clase he tenido muy presente la experiencia. Por un lado, vivir con gente de tan diferentes culturas me ha hecho ver a las personas de otra manera, no por su lugar de origen, como tenía por costumbre, sino por sus sonrisas, sus palabras amables... Esas pequeñas cosas que nosotros jamás tendríamos con los demás.

Por otro lado, a pesar de no haberme visto aún en ninguna situación comprometida, me quedo con unos versos que cantamos, 'Quien a Dios tiene, nada le falta, solo Dios basta' y, quizá, cuando alguno me ha vuelto la cara, la he recitado mentalmente y apenas duraba unos segundos en el pequeño quebradero de cabeza.

Hasta hace unos meses creía en las casualidades pero a día de hoy he borrado esa palabra de mi diccionario. Cada mañana me encuentro con una prueba distinta, como puede ser una mala cara que cambiar, una discusión por solucionar o un trabajo mal hecho por modificar.

Hay piedras en el camino que parecían aguantar mi peso y ya van demostrando que andaba equivocada. De los errores se aprende y mucho. Las bombillas que parpadean terminan por fundirse.

Sinceramente, aquí, sin salir de casa, apenas tengo a lo que enfrentarme. Aquí todo es alegría, diversión, buen humor, servicio, ayuda, compañía... Ayer incluso me planteé integrarme un poco en la comunidad. Me da miedo pero no lo descarto más adelante. Echo de menos rezar laudes cada mañana...

Hoy me he levantado con unas bonitas palabras que me han hecho mucha ilusión, la verdad. Nadie sabe cómo va a acabar esto. Recibo muchos regalos últimamente y ninguno material.

Empiezo a ver el final de mis días universitarios y todavía no me imagino trabajando como tal, de hecho, tengo la sensación de que dejaré de lado lo que he estudiado y me dedicaré a otra cosa. El tiempo lo dirá.

Mañana no tengo clase pero ya empiezo a trabajar por mi cuenta, a ser un poco más responsable, a valerme por mí misma... Me están obligando a madurar, he intentado retrasar el momento de todas las maneras posibles y, aquí estoy, a unos meses de graduarme y sin saber qué hacer con mi vida.

Solo son unas pinceladas de estos primeros días de vuelta a casa

No sé dónde me he dejado la coherencia...

jueves, 25 de agosto de 2011

De pesadilla a dulce sueño

Se acabaron los días que con tanta ilusión habíamos esperado. Ahora nos consuela decir que nos veremos en Rio de Janeiro pero, seamos realistas, es casi imposible. Nos consuela que en algo más de un mes hay un pequeño encuentro en un pueblecito de Toledo, aunque tampoco sé si estaremos allí. Todo es muy precipitado y las ganas están ahí pero siempre hay un pero.

Empecé a escribir en mi nuevo cuaderno todas las aventuras que acontecían estos días pero el cansancio era tal los últimos días que apenas podía ponerme a escribir y lo más importante lo he guardado para mí. Bueno, no del todo, voy a compartir lo poco que tengo.

El viernes tuvimos catequesis con monseñor Xavier Novell y me pareció excelente. No fue como la del miércoles, toda repleta de frases para recordar, fue su propia experiencia lo que nos ofreció. Lo peor de todo fue que con las prisas nos dejamos las preguntas y salimos corriendo hacia el Retiro.

La Feria Vocacional tuvimos que verla en cuestión de media hora y apenas había tiempo para visitar todos los stands. Tuve la suerte de encontrarme con la hermana Marta a la que di un fortísimo abrazo al verla después de un mes. Le tengo especial cariño y, gracias a Dios, este año volveremos a vivir en la misma casa.

Me quedé con ganas de confesar allí, de terminar de ver la feria, de hablar con todas las monjitas que se cruzaban por mi camino... Será que mi vocación no es esa...

No he vuelto tan convencida como me hubiese gustado aunque en la catequesis con Madariaga sí que tuve una pequeña señal que ha ido creciendo a lo largo de la aventura. Ha sido distinta a todas las anteriores que ya he experimentado y es posible que haya sido la más convincente. El tiempo lo dirá.

La aventura en Cuatro Vientos fue una buena prueba, tan buena que ya la comparan con el Camino de Santiago.

Salimos de Getafe muy tarde. De camino mantenía contacto con mi hermana y mis padres que ya nos esperaban allí, en la zona C2, repleta de salesianos. El viaje en metro fue agobiante y horrible. No pude sentarme y me encontré rodeada de tres personas empujándome, sin quererlo, contra una papelera. Unos cantaban, otros contaban batallitas de la noche...

Llegamos a El Aguilar, la parada de Cuatro Vientos estaba cerrada, y bajamos todos, el metro quedó vacío. La gente salía como si fuese una masa. Aquello era horroroso. Apenas avanzábamos, hacía calor... En un par de ocasiones dimos con personas con un corazón enorme que nos tiraban agua desde sus balcones sin pedir nada a cambio. También había otros que se dedicaban a recoger botellas vacías usadas para llenarlas y después venderlas como si nada.

No sé por qué no había tenido la feliz idea de investigar y ver qué era exactamente Cuatro Vientos. Ver una explanada llena de arena y paja me recordó al lugar donde mi tío, pastor, guardaba el rebaño de ovejas. Sólo faltaban las bolitas marroncillas.

Recogimos el picnic y directos a la C2, empezando por la C9. Parecía que nunca llegaba. Muchísima gente, todos empujando y algo perdidos. Después de una media hora llegamos a nuestro destino. Allí me encontré con mis padres, mi hermana y su marido. 

Extendimos como pudimos los aislantes, ya que los salesianos se habían hecho con toda la zona que tenían que compartir con nosotros. Mientras ellos estaban durmiendo, cada uno en su aislante, nosotros tuvimos que compartirlo entre tres o cuatro personas porque no había espacio. Entiendo que no todos fuésemos a vivir la fe, sino a la fiesta y al estar lo mejor posible sin tener en cuenta a los demás.

A media tarde decidí dar una vuelta, agobiada por el poco espacio que teníamos y el calor que hacía. Mi compañera decidió quedarse porque se encontraba mareada, de hecho, cuando volví ella estaba tumbada a la sombra de una pantalla con una lipotimia.

Tuve tiempo para confesar con nuestro sacerdote argentino. Me preguntó por mi nombre y cuánto llevaba sin pasar por el confesionario. Debió ser lo peor de mi confesión porque mi penitencia es la de confesar cada día ocho del mes, ya que el ocho de marzo, día de mi cumpleaños, también es el día de María, ¿qué mejor fecha?

En el par de horas de paseo nos dio tiempo a refrescarnos con el agua de los bomberos, pasar por el bar y pedir un par de refrescos calientes ya que no quedaba hielo. De vuelta a nuestra zona, merendamos e hicimos hora hasta el comienzo de la vigilia.

Nuestra zona era prácticamente exclusiva para discapacitados. Había una pantalla en la que apenas se veía algo más que lenguaje de signos. El sonido ni se apreciaba. Nos colocamos delante de la pantalla entre las zonas C2 y D1. Pasé toda la vigilia abrazada a mi madre, compartiendo libro del peregrino con una chica que acababa de conocer y escuchando los comentarios de uno de los monitores de nuestro grupo.

Todo iba fenomenal hasta que los primeros relámpagos hicieron acto de presencia. La lluvia no tardó en aparecer y nos cubrimos bajo una pancarta atada a la valla, aún así, nos mojamos. 

Mis padres no sé qué pensaron cuando les dijeron Cuatro Vientos. Mi padre llegó de camisa y chinos y mi madre, arreglada como si fuera de paseo, de hecho, esa misma mañana había pasado por la peluquería. Ellos se sentaron en el suelo del aeródromo y la lluvia les caló como a cualquiera de los que allí nos encontrábamos.

Tras la tormenta fue impresionante ver a la gente adorando al Santísimo, de rodillas, en aquel suelo, después de la lluvia. Mis padres, nada más terminar la vigilia, salieron corriendo ante la amenaza de una nueva tormenta. Mi madre dijo 'espero que la noche sea leve', me besó y se fueron.

Al volver al sitio encontré todas las mochilas mojadas y las bolsas de comida habían desaparecido, el aislante estaba para tirar de todas las pisadas que llevaba. De la desesperación, di un par de gritos a quien no debí y acto seguido me eché a llorar. Enseguida apareció mi angelito de aquella noche y poco a poco, las dos nos encontrábamos en la misma situación, salimos como pudimos.

Necesitaba ir al baño y después de tres cuartos de hora esperando, hasta hice amistad con dos salesianas sevillanas, por fin salí de ese lugar asqueroso. Justo al salir me encontré con mi angelito, que me cogió del brazo y me llevó a cenar. Llegamos al final de la explanada para comer un perrito caliente que me supo a gloria. Pasamos por la tienda de souvenirs, sin luz, aunque no había nada de nuestro interés. Yo tenía ganas del reloj y, por suerte, lo llevo en la muñeca.

Continuamos en busca de otra de las tiendas. Por el camino encontramos grifos con agua fresca y voluntarios que no tenían la más mínima idea de cuál era su función.

Antes de llegar a la tienda pasamos por el lugar donde repartían los picnics por si teníamos carita de pena y se apiadaban de nosotras, pero ni de nosotras ni de los que llevaban sin comer en toda la tarde.

Ya en la tienda, ésta tenía luz, pero los regalos eran muy escasos y nos llevamos unos caramelos que, por cierto, están muy buenos. Poco a poco llegamos a la zona C y antes de llegar a la nuestra, nos encontramos con unos amigos que habían salido a ver el escenario un poco más de cerca. Allí estuvimos charlando unos minutos y de regreso a nuestra zona.

Yo me había empeñado en aprender a rezar el rosario, porque mucho lo había rezado en otras ocasiones pero si me ponía a hacerlo yo sola, no sabía ni por donde empezar. Cada uno nos dispersamos y volvimos a quedarnos solas charlando con otros dos compañeros, una profesora y un periodista de La Razón.

El periodista nos invitó a tomar un chocolate caliente pero lo más caliente que tenían en el bar eran los refrescos. Allí charlamos sobre la intolerancia, lo que había demostrado la gente con el silencio y la oración...

Yo me caía del sueño y mi angelito y yo decidimos que era momento de dormir. Las dos nos acoplamos en un aislante pequeñito, el que estaba más limpio y dormimos un par de horas hasta que un grupito empezó a dar voces y me despertaron. Les mandé callar mil veces, la última con un tono muy agresivo y palabras feas de por medio, y ni con esas se callaron. Ella se fue porque no podía dormir y yo lo volví a intentar, hasta que llegó el frío.

No había traído saco de dormir pensando que pasaría la noche en la capilla. Las capillas estaban todas cerradas por cautela, durante la vigilia alguna se había volado. Tenía tanto frío que rebusqué en la mochila y di con la ropa limpia que mi hermana mayor había traído a la pequeña. Yo llevaba un pantalón corto y una camiseta de manga corta. Encontré unas medias blancas con las que habíamos bailado la jota esa misma semana y no dudé en ponérmelas encima del pantalón. La camiseta amarilla de la JMJ hacía como de falda. Tenía frío en el cuello y me dejé una camiseta limpia a medio poner. Después me cubrí con la bandera de El Vaticano que esa misma mañana nos habían regalado. Y aún así, el frío no cesaba.

Ya eran las seis de la mañana. Cogí el teléfono y llamé a mi compañera para preguntar dónde estaba. Llegué al bar y había café caliente. No estaba muy allá pero poco a poco entré en calor de nuevo.

Ya en nuestra zona, saqué mi rosario y nos pusimos manos a la obra. Amaneció, la gente pasaba a nuestro lado, nos miraba... Hasta ese momento creo que no lo había pasado peor. Esa noche llegué a pensar que pasaría por el puesto de emergencias, jamás había pasado tanto frío.

Tras terminar de rezar, necesitaba pasar por el baño. Cola de una hora aproximadamente y tonta de mí que pregunté por qué la gente no pasaba al baño de la puerta abierta. La curiosidad mató al gato. El baño no estaba sucio, estaba para darse la vuelta y vomitar después de ver aquella imagen. Dos granadinas majísimas me dejaron pasar antes que ellas porque no me aguantaba más. 

Pude lavarme los dientes con la botella de agua que llevaba en la mochila y el cepillo de dientes que siempre llevo por si acaso. No salía agua de los grifos, así que, terminé y tiré el cepillo que de tantas me ha salvado.

A la vuelta empezaba a ver el día de otra forma, con otra alegría, con ganas de seguir viviendo aquella gran experiencia.

Llamé a mis padres para saber cuánto tardarían en llegar y tan mala fue la experiencia del día anterior que decidieron no volver y quedarse en casa siguiendo la Eucaristía. Siento decir que el cansancio pudo conmigo y di alguna cabezada durante la homilía, aunque no perdí detalle de la bendición. Disfruté muchísimo escuchando el Gloria por segunda vez en esa semana. ¡No puedo dejar de cantar!

La vuelta a Getafe fue de lo peor entre tanta gente, tan altas temperaturas, la policía controlando, la gente empujaba... Solo me faltó llorar, pero pronto regresamos.

Mi imagen era asquerosa, entre el polvo, la noche sin dormir, sin haberme lavado más que con toallitas... Nunca había deseado tanto una ducha fría como ese día y eso que llevaba toda la semana con el agua fría. Las monjitas nos tenían preparada comida caliente para quienes estaban en mi situación o no querían comer bocadillo. La comida fue la misma que la de dos días atrás pero me supo mejor que nunca, ¡los macarrones más buenos que he comido en toda mi vida!

Para terminar la batallita, una siesta de un par de horas y a preparar la despedida...

sábado, 13 de agosto de 2011

¡Hacia la gran aventura!

Hoy tengo que escribir sí o sí. Llevo un par de semanas intentándolo que estas vacaciones me han surgido un montón de cosas y no he sido capaz de aportar nada nuevo. Veamos, empezaré resumiendo lo que ha sido el día previo a la gran aventura.

Ayer llegó a casa nuestra familia mallorquina. La casa ya empezaba a ser un desastre. Mi hermano nos había prometido ir de rebajas esa misma mañana pero, según él, estaba mal del estómago y no tenía muchas ganas de salir de compras, con lo cual nos dio dinero y a las tres de la tarde nos dejó en pleno centro de Ciudad Real. 

Las tiendas no abrían hasta las cinco, hacía muchísimo calor. Le propuse a mi hermana pasar a un bar, estar fresquitas y tomar un café pero ella no quería gastar nada del dinero en otra cosa que no fuese ropa, así que dimos un par de vueltas por las tiendas que no cerraban a mediodía y nos sentamos en un parque a esperar.

De vuelta a casa, mi madre llamaba por teléfono camino de Barajas para recoger a los familiares. El avión llegaba con retraso y hasta las doce no llegaron todos juntos a casa. Cenamos a esas horas y a dormir.

Hoy hemos comido toda la familia junta en casa de mis tíos y he tenido tiempo para jugar con mis primos pequeños. Hemos coloreado, escuchado cuentos de la pequeña de cuatro años, jugado a la gallinita ciega hasta que la pequeñaja abrazó un rosal, literalmente, y se hizo un pequeño arañazo que una tirita solucionó. Después nos fuimos a las camas para hacer un concurso a ver quién se dormía antes. Acabamos haciendo el avión y deshaciendo las camas por completo. Nadie durmió.

Como pudimos, mi hermana y yo nos escaqueamos con la excusa de que teníamos que preparar pero no hemos preparado nada en toda la tarde. Mi hermana mayor llegaba a casa preguntando si le había hecho el bizcocho que me pidió. No, se me había olvidado por completo. Ella y su marido habían quedado con unos amigos para pasar el fin de semana y había dicho que llevaba el postre. En apenas una hora ha salido un bizcocho que tenía muy buena pinta.

Diez minutos después de terminar el bollo estábamos camino de la iglesia, a la eucaristía de envío. Nos habían dicho que la misa la harían a estilo ruandés y ha sido una pasada. Han salido delante de los sacerdotes cuatro chicas ruandesas bailando como 'El lago de los cisnes', no tan exagerado, enfrente del altar. La procesión de sacerdotes parecía no terminar, habría unos doce curas. Todos bailaban y cantaban acompañados de percusión. Vestían con telas muy coloridas.

Lo peor ha sido cuando el sacerdote ha empezado a hablar en francés, ya daba por hecho que no iba a enterarme de mucho, a pesar de haber estudiado el idioma durante cinco años. Por suerte, tenemos a Juan Bautista, sacerdote en Daimiel aunque no por mucho tiempo, ya que le trasladan, es de Ruanda y nos ha hecho de traductor a la perfección. Debo decir que si hemos rezado el padrenuestro, yo no me he enterado. Ha sido todo muy bonito, incluso los daimieleños parecían haber cambiado la expresión de sus caras y hasta desprendían alegría. Ha sido una de las mejores eucaristías que he vivido. 

Para la eucaristía ya estábamos avisados por nuestros compañeros responsables nuestros en la JMJ y nos hemos sentado todo el grupo juntos. Somos veintiuno y la gran mayoría estábamos allí. Me ha llamado mucho la atención que en el momento de dar la paz ninguno nos hemos estrechado la mano, todo han sido besos y muy sentidos. 

Esto tiene explicación sabiendo que con mis compañeros apenas tengo relación. Soy unos cuantos años mayor que ellos y no hemos llegado a tener trato hasta que empezamos a organizar el Encuentro Internacional Calasancio. Son unas bellísimas personas que están dispuestos a vivir una experiencia única como la que se nos presenta mañana.

Después de la eucaristía me llama por teléfono mi madre preguntando dónde estábamos. Llevamos más de una semana hablando de ella y ¡se le había olvidado! Anda un poco despistada con la visita familiar.

Son algo más de las tres de la mañana y aún la maleta está sin hacer. Menos mal que ya he elegido todo y sólo queda meterlo en la mochila, que espero sea lo suficiente grande para que quepan cinco pares de zapatos, cinco pantalones, dos chaquetas, ocho camisetas, el aislante, la bolsa de aseo, la bolsa de maquillaje... Y todo ello en la mochila del verano pasado para el Camino de Santiago. Estoy pensando que quizá mañana le toca a mi madre usar su habilidad jugando al tetris...

Llevo un par de días intranquila pensando en lo que me espera, especialmente, el reencuentro con mis amigos. No sé hoy me dormiré pronto o todavía tendré tiempo para pensar mucho más. Al menos me he quitado todo lo que tiene que ver con papeleos de universidad.

Creo que va a ser una de las mejores experiencias, al menos, inolvidable. Leo en el blog del Encuentro Internacional Calasancio la bienvenida que ha escrito madre Sacramento y me pongo nerviosa. También conoceré a madre Pascualina, la religiosa que ha rezado por mí durante estos meses de preparación.

Por cierto, las alpargatas han sido un regalo de mi hermana mayor. En su tiempo libre nos las ha pintado a mano y han quedado genial. Sé que vamos a ser la envidia de la JMJ... (jijiji)

Conmigo va una libretita 'New Holland' para escribir ¡y una cámara de fotos! A la vuelta, prometo contar todo con detalle...

¡Feliz semana!

lunes, 8 de agosto de 2011

Hortos

Hace unos días volvimos a ponernos en contacto. Acabamos el curso en junio y hasta ahora no hemos vuelto a dar señales de vida. Esperábamos reencontrarnos en la presentación de proyecto de fin de carrera de un compañero y ha terminado fallándonos. Ni nos avisó ni nos ha contado qué tal se dio.

Ha sido un año diferente, donde en clase nunca pasábamos de cuatro personas. Parecía complicado cuando un año más nos veíamos en Riego, donde el pobre profesor apenas sabía explicarse, pero lo conseguimos, por fin aprobamos la peor asignatura que hemos tenido. La cosa se complicó en las primeras clases de Economía, parecía que todo era muy sencillo, nos soltaban de la mano y ¡zas!, un buen tropezón que nos llevó a junio. ¡Incuso llegamos a componer una canción! Se podía escuchar antes de pasar a clase, incluso durante los exámenes: "Con Economía, a veces desespero con Economía, cuando menos me lo espero ¡Economía...!"

En Horticultura nos hemos reconocido por nuestro cultivo. Tenemos fresa y espárrago para una buena temporada. El olor a chinche tan característico nos marcó alguna clase de Fitopatología. Vimos crecer nuestros propios olivos, tanto in vitro como por esquejes. Y tendría un montón más de asignaturas por nombrar que han resultado tan aburridas que ni me apetece recordar.

Terminamos el curso con una pequeña celebración. Esa misma tarde pasamos por los despachos que aún no habíamos visitado para cerciorarnos de que definitivamente estábamos de vacaciones. Mi padre viajaba a Ciudad Real para una reunión de Cruz Roja y me acoplé a su viaje, así me ahorré la aburrida espera en la estación hasta que llegase el autobús. Si me hubiese pasado por la autoescuela...

Al llegar, me encontré con mi querido compañero de clase repleto de alegría ya que acababa de confirmar que sólo le queda el proyecto para poder llamarse Ingeniero. Tanta fue la emoción, que me abrazó y me dio unas cuantas vueltas que incluso llegué a levantar los pies. Cuando me despegué de su hombro, pudo comprobar en su camiseta blanca que mi cara estaba llena de maquillaje, la ocasión lo merecía.  En el baño intentamos solventar la situación pero parece que luchar contra una base de maquillaje es imposible. Pasó toda la noche con una buena mancha.

Él, con el hombro mojado, y yo, a su lado, salimos a por las demás. Ahí fuera estaban las otras dos compañeras que faltaban. Estando los cuatro apareció el quinto compañero. Él sí que había terminado y nos prometió avisarnos para su gran día, sin embargo, nos ha dado a entender que como compañeros no hemos sido suficientes para él.

Nuestro amigo nos aconsejó pasar por el despacho al que más visitas hemos hecho a lo largo de estos años. Ya estábamos frente a los amos de la escuela cuando a mi compañera, según ellos, aún le faltaba un examen por hacer. Imposible, ¡si aprobaron todos menos yo! Al día siguiente la avisaron de que había sido un malentendido.

En el despacho del profesor de la asignatura más aburrida de toda la carrera escuché "tu examen estaba flojo, tienes un siete". Ahora resulta que tener un examen flojo es aprobarlo con notable. Los demás salieron con unas historias bastante graciosas y sin sentido. Será cosa de la edad...

Dispuestos a comprar paramos en el supermercado. "¿Os gusta esto?" "¿Compramos aquello?" "Esto tiene buena pinta." eran las frases qué más se escuchaban. Terminamos en un compra barata y al gusto de todos. Nos permitimos algún capricho, como los kumato.

Al llegar al acogedor piso de la granadina y echarle un vistazo, nos dispusimos a preparar el aperitivo y sentarnos a charlar. El resto de tarde pasó volando. Me sentía como en casa.

Llegada la noche, nos esperaban las ricas hamburguesas a la brasa, los filetes empanados que nos habían recomendado en el supermercado y alguna cosita más. Para terminar, no faltaron los chupitos de crema de orujo, mis favoritos.

Cine, series, clase, infancia... Sin darnos cuenta, la conversación derivó, mediante la música, al karaoke. "¿Por qué no nos vamos al karaoke?"

Dicho y hecho. Eran más de las tres de la madrugada de un jueves y nosotros cantando en un karaoke de mala muerte. No pudo faltar ni 'El clavel' ni 'Duro de pelar'. Aún no me atrevo a ver los vídeos, deben ser desastrosos aunque divertidos.

Hasta las nueve de la mañana no podía volver a casa, así pues, volvimos al piso para echar una par de cabezadas, las horas que eran no daban para más.

"Tienes que coger este autobús que te dejará en tal sitio". En la vida había cogido sola un autobús de línea y, sin apenas haber dormido, no sabía si llegaría a la estación a tiempo para tomar el otro que me llevaría a casa.

Fue gracioso ver a los niños con los uniformes para ir al colegio ¡y yo pensando en mi cama!

Una vez en casa, eran algo más de las nueve y media. Mi madre llegaba de trabajar y me pedía que la acompañase a la esteticista dando un paseo al pequeño Bas. Mi intención era coger la bici y dar un paseo ya que la hora era ideal.

Después de todo, lo único que de verdad me apetecía era dormir hasta la hora de comer.

jueves, 14 de julio de 2011

Merecidas vacaciones

El desayuno es lo más raro que he visto nunca, aunque terminas acostumbrada. En la mesa un plato lleno de lomo, jamón, queso, chorizo, entre otras cosas más light. En los vasos no hay leche ni café, sino agua. No se pasa el azúcar, sino el pan. Cuando hemos casi acabado el plato, raro es el día que queda limpio, pasamos al segundo plato, los dulces. Cerca del apartamento hay una pastelería que hace maravillas como napolitanas o palmeras. Si hay suerte, puedes pillar algún trocito, sino toca comer bollería industrial que de eso siempre hay. 

Mi padre dice que el desayuno es el adecuado para pasar una mañana de playa aunque yo lo pongo en duda ya que la mayoría de los días apenas tenemos hambre para la comida.

Hasta que prohibieron lo de dejar la sombrilla e irte, mi padre era el que se levantaba primero, bajaba a ponerla, nadaba hasta la boya y volvía al apartamento. Ahora es diferente. 

Como somos siete, cuando estamos todos, a veces incluso ocho, y hay muchos brazos, cada uno carga con lo que tiene asignado. La colchoneta, las sillas, la sombrilla, el equipo de buceo, las toallas... Lo que viene siendo material indispensable para un día de playa.

A media mañana ya estamos en la playa, no antes sin haber comprado el periódico y alguna revista de corazón para pasar el rato. Es en estos días cuando tengo la oportunidad de leer El Mundo, el Marca, el ¡Hola!, la Quo, alguna Coure... Y no nos olvidemos de las revistas que traen regalos que justo en ese momento necesitas. Y ya que estamos en el mismo sitio que venden colchonetas, nos llevamos alguna si ese año no hemos traído de casa. Por suerte, este año tenemos colchoneta para la playa desde hace unos meses.

Ya en la playa, el que llevaba las sillas es el más afortunado porque se sentará en ella, el que llega tarde, o se baña o se sienta en la arena. La pequeña se pasa la mañana en el agua. El marido de mi hermana siempre se acerca a preguntarnos por nuestras vidas sentimentales. Yo intento reconciliar el sueño en la arena. Mis padres se pasean de una punta a otra. Mi hermana siempre tiene algún libro entre manos. Mi hermano se dedica a fastidiarnos desde el cariño. 

En cierto momento, coincidimos todos en el agua. Yo le mojo el pelo a mi madre, mi hermano intenta ahogarme, la pequeña se ríe, mi cuñado le apoya, mi padre sigue hablando con mi madre y mi hermana mayor les ayuda a acabar conmigo. No sé qué tendré que siempre todos quieren ahogarme.

Una vez recogida nuestra pequeña y temporal parcela en la playa, si la mayoría está de acuerdo, nos quedamos unos minutillos más tomando unas cañas en el bar. Sino, volvemos al apartamento y allí tomamos el aperitivo, mientras mi madre y mi cuñado preparan la comida.

Comemos todos juntos y siempre hay alguna anécdota que contar de nuestra mañana en la playa, ya sea algo que hemos visto o que hemos vivido. La comida sabe mil veces mejor que en casa y, de postre, tiramos de la tarrina de helado de sabor extraño que suele escoger mi cuñado en el hipermercado. No suele tener mal gusto.

Después llega la hora de la siesta. La mayoría se duerme y yo intento evitarlo para poder conciliar antes el sueño por la noche. Ponen el Tour en la tele y no hay cosa que más me aburra. Lo peor de todo es que si lo cambias, se despiertan. Increíble.

Siempre decimos que después de la siesta vamos a bajar todos los días a la playa y nunca lo hacemos. Nos ponemos a merendar y a ver la tele hasta que nos da la hora de la cena. 

La misma tarde del día que llegamos la pasamos en Carrefour. Mi padre tiende a quedarse en la sección Ferretería y siempre, siempre se lleva algo por delante. Nosotros nos limitamos a preguntar para qué sirve y recibir una respuesta ininteligible.

También tenemos un par de tardes de rebajas, en las que aprovechamos para algún capricho o alguna ganga. Esa misma tarde terminamos cenando en Burguer King o en Telepizza y todos muy felices, especialmente mi cuñado y yo, a excepción de mi padre, que no tiene mucho aprecio a la comida rápida.

Las noches suelen ser relajadas, damos un paseo por la playa y tomamos un helado en nuestra habitual heladería. En ocasiones, los hombres de la casa se hacen los importantes y piden alguna bebida como gin tonic, mojito, café irlandés... También, algún que otro día, salimos por la zona de bares, cuando mis padres se van a dormir. Tenemos sitio fijo para empezar la noche, una terraza muy acogedora de una conocida discoteca, pero no para terminar. 

En estas dos semanas, alguna tarde escapamos a Altea y a Calpe, visitamos la cala de Benidorm y, lo que menos nos gusta, pasamos por Petrer para afilar las fresas y comprar algún retal de piel.

Estos días son el mejor regalo que mis padres nos pueden dar.

miércoles, 13 de julio de 2011

Compartir algo más

Parece que algo estoy haciendo mal. Si supiera lo que es, no tardaría en buscarle remedio. 

El problema es que no sé cuál es mi meta, mejor dicho, no sé cuál es mi camino. Y sin saber mi camino ando muy perdida.

Paso el día pensando cómo voy a dar la noticia, qué pensarán, qué dirán, y al llegar la noche sólo viene a mi cabeza la persona que me hizo llegar hasta donde hoy estoy.

En una ocasión esta persona me dijo que quizá Dios le había acercado a mí para que yo me acercara más a Él y no he encontrado ningún otro motivo de nuestro encuentro.

Hasta hace unos días me decía a mí misma que si no era con él, no era con nadie más. Jamás había conocido a alguien que se asemejara tanto a lo que yo quería en mi vida.

No hubo noche en estos meses atrás que no pidiera a Dios más que uniera nuestros caminos, si así era su voluntad. Cuanto más se lo pedía, más impedimentos ponía.

Una de las veces que tuve la oportunidad de hablarlo, le pedí que saliese como yo quería y, por distintos motivos, no pudimos vernos. Él empezaba a dar pistas.

La segunda vez fue más directo, él confesó que ya había elegido. Había elegido seguir a Dios. 

Estuve a punto de decirle todo lo que había guardado hasta entonces, echar abajo su decisión, todavía estaba a tiempo. Era imposible haber dado con esa persona tan especial y que se escapara tan pronto, sin darme siquiera la oportunidad.

Después, en la misma conversación, me sugirió la segunda opción, la que ya llevaba tiempo planteando y me echaba para atrás al pensar en él. Aún así, me motivó, porque si él se entrega renunciando a todos sus sueños, todas sus expectativas de familia, su trabajo, sus estudios... ¿Por qué no voy a hacerlo yo?

He puesto demasiado alto el listón y sólo hay a Uno que le supera con creces.

Me parece que él y yo nos hemos enamorado de la misma persona...

jueves, 7 de julio de 2011

La reconciliación

Comienzan los preparativos para el Encuentro Internacional Calasancio y la Jornada Mundial de la Juventud. En el colegio ya hemos empezado a organizar nuestro pequeño encuentro. Lo de pequeño es relativo, somos casi 250 participantes de nueve países distintos de los diez en los que las Religiosas Calasancias aportan día a día su granito de arena. 

Nos han pedido una pequeña muestra de nuestra tierra y ¿¡qué mejor que bailar una jota manchega!? Esta misma tarde nos pusimos manos a la obra. Somos un poco patosos pero en este mes vamos a dar todo de nosotros para que salga lo mejor posible.

Aunque no sólo nuestros preparativos son para hacer la mejor de las actuaciones o disfrutar todo lo que podamos durante esos días. Tenemos que disponernos para la gran fiesta de la fe, debemos limpiar nuestros corazones y pensar en lo que vamos a encontrar allí. 

No es sólo la experiencia de los diez días compartidos. Muchos de los que allí estaremos hallaremos el sentido de nuestras vidas, descubriremos lo que Él tiene para cada uno o una pequeña muestra de ello.

Hasta hace unos meses, creía que ya no me quedaba más por descubrir hasta que Él llegó y se mostró de una forma diferente a lo que estaba acostumbrada dando todo el sentido que mi vida necesitaba. Ahora sé que, pase lo que pase, no volverá a irse de mi lado, si es que algún día lo hizo.

Unos días atrás, sentía que caminaba sola de nuevo. Tan fuerte fue la sensación que me refugié en lo que no debí y caí. Desde el primer contacto supe que eso no era para mí, que lo que me aportaba sólo era pasajero y yo necesitaba, y necesito, algo duradero, algo que pueda darme lo que busco, que me lleve a la verdadera felicidad. En cuanto fui consciente de ello, me eché a llorar y salí corriendo.

Nunca había estado tan arrepentida como aquel día. Es posible que nunca llegue a perdonármelo, pero ya no hay remdio. No se puede volver atrás el tiempo y corregir los errores. Hay que seguir adelante aprendiendo de ellos.

Es lo más normal que, como humanos que somos, cometamos faltas. Ahí está nuestra conciencia para darnos cuenta de ello y remendarlo. No hay que avergonzarse, sólo hay que reconocer nuestras debilidades, pedir ayuda, ser fuertes y poco a poco acabaremos con nuestros pequeños quebraderos.

En estos escasos cuarenta días empezaré por mi examen de conciencia, seguido del dolor de mis pecados, reforzando mi propósito de no volver a caer en el error hasta que comparta mis faltas para empezar a cumplir mi penitencia. Mi única intención es reconciliarme sinceramente con Él después de todo este tiempo. 

Siento que me necesita más que nunca.

jueves, 30 de junio de 2011

Futuro incierto

Es la segunda vez que hoy intento escribir algo. Quiero hacerlo y no puedo. No sé qué contar. No porque no tenga nada que decir, tengo muchísimas cosas que compartir pero no encuentro las palabras adecuadas.

Está siendo una semana complicada a nivel personal. Tengo una gran preocupación y otras más pequeñitas, a pesar de haber terminado de estudiar por este curso.

Entre las menos importantes destaco la que, espero, finalmente se solucione el viernes. No sé si aún puedo decidir si el próximo curso me quedo donde estoy o empiezo un nuevo proyecto. Si puedo optar al nuevo, supongo que no se plantea mantener el actual.

Sea lo que sea, los dos son motivo de cambio. Ambos me motivan, aunque uno me da más miedo que el otro.

Continuar lo que dejo a medias apenas deja de ser novedoso pero la idea de tener un poco más de independencia me gusta. Además, tendría mucho más tiempo libre.

Por otro lado, cambiar de ciudad me suena mucho mejor, aunque lo de la independencia mejor lo dejo para otra ocasión. Necesitaré todo el tiempo del mundo para aprovechar la oportunidad y no perder detalle. 

Asimismo, tengo mucho tiempo para organizar la nueva vida, qué hacer en un caso u otro. Quiero llevar a cabo lo que siempre he tenido en mente y aún no me he atrevido. Nunca es tarde si la dicha es buena.

Esto es lo que menos importancia tiene, ya me lo dan organizado, pase lo que pase. ¡Qué será del resto de preocupaciones...!

jueves, 23 de junio de 2011

Jugando a ser mayor

Hace unas semanas, sin motivo aparente, mi madre nos reunió a la pequeña y a mí en la cocina. Ella siempre lo hace con encanto. Aprovechó el momento en que acudimos a hablar con ella mientras preparaba la cena. 

Ese día cerró la puerta. Ya sabemos, por experiencia, que cuando hace ese gesto, significa que se trata de algo importante, sin que se entere nadie más. 

Era domingo y hubo tormenta, lo ideal para que mi padre trastease con la televisión. Mi hermano volvía del trabajo y mi hermana mayor, como de costumbre, acababa de regresar a Madrid. 

Las tres solas en la cocina, nosotras dos esperando a que hablase:

- Tengo que contaros esto pero, por favor, no lo habléis con nadie. Fulanita está embarazada.
+ ¡Anda, mamá, no digas tonterías! ¡Si esa chica no tiene ni la mayoría de edad!
- Ahí está el problema. Lo peor de todo es que el padre le dobla la edad y ¡tiene tres hijos!

Ésa fue la introducción a una serie de advertencias del tipo 'tened cuidado con lo que hacéis', 'sed consecuentes'. La pequeña volvió a sus cosas y yo seguí hablando con mi madre.

Me dio a entender que yo ya no le preocupo, que confía en mí, pero la pequeña... ¡La pequeña está compuesta por un montón de hormonas revolucionadas!

No volvimos a hablar del tema, hasta hace unos días, cuando nos anunció la trágica noticia. Sus padres decidieron que lo mejor era abortar. ¡Qué fácil solución! No supimos qué contestar.

La cara de mi madre era de indignación, la mía estaba entre sorpresa y tristeza. No entiendo cómo esos padres permiten terminar con esto de esa manera.

Quizá sea la sensibilidad que gasto estos últimos meses respecto a este tema...

Hace un año abracé con todas mis fuerzas a mi mejor amiga a la que acababan de encontrar una células que estaban de más en su cuerpo y que podrían dificultar su maternidad en un futuro. Es increíble todo lo que se te pasa por la cabeza en esa situación. Ella estaba dispuesta a ser madre en ese mismo instante, a pesar de su edad, sus estudios... Sólo quería llevar a cabo lo que siempre había deseado.

Unos meses después, soy yo la que le cuenta mi paso por el especialista. Nada grave, en principio, si se trata. La doctora sólo dijo 'tómate esto y vuelves un año después'. Volví tan contenta de haberme librado de mis preocupaciones. En casa no le dimos la más mínima importancia.

Hasta que una tarde, hablando por teléfono con mi hermana mayor, contando el diagnóstico, ya que ella es médico, subió el tono de voz y empezó a preguntar lo que aparentemente no tenía ningún sentido.

- ¿Comes bien? ¿Estás segura? Bueno, allá tú, yo ya te he avisado. Y no te sorprendas si luego tienes dificultades para ser madre.

Vivía en la total ignorancia. Reviví lo que hacía unos meses me contaba mi mejor amiga y te cuestionas todo lo que muy seguramente ella pensó.

Por este motivo me disgusta que se trate la vida como se está tratando, como si fuese un juego en el que reinicias la partida cuando lo has hecho mal. Somos muy egoístas al deshacernos de lo que nos estorba para seguir sin esa carga unos años más. Sin pensar en las consecuencias, en los daños que presenta para la salud ahora y lo que pueda venir después. Si fuésemos un poco más consecuentes... Sin embargo, nos divertimos siendo unos irresponsables.

También conozco el caso de una madre adolescente que afirma, completamente segura, que lo mejor que le ha pasado en la vida es su hijo. Es complicado dejar de ser una niña de la noche a la mañana, mas la recompensa es incalculable.

Unas se acuestan llorando porque no pueden y otras lo hacen porque no quieren.