jueves, 12 de abril de 2012

Gavilanes

Estaba tan alejada que lo que más me aterraba era encontrarme cara a cara con Él. Unos minutos antes de partir, habría hecho todo lo posible por quedarme en casa pero había una fuerza mayor que me atraía.

Necesitaba el reencuentro, poder compartir inquietudes. Llevaba demasiado tiempo huyendo.

Pasé miedo, reí, lloré, volví a reír... Cada una de aquellas trece personas aportaron su granito para acercarme y es que era imposible no ver a Dios en ellos, en cada gesto, cada palabra, cada mirada. Eran el mismo Dios encarnado.

Me llamaron valiente cuando es lo último que me considero, me sentí reflejada comentando que mi felicidad era cumplir Su voluntad y si una persona vuelve a tu vida, es porque algo bueno trae consigo. Yo también soy de las que prefieren escuchar antes que hablar pero hay cosas que no puedo evitar callar... Darse al cien por cien pero, ¿a qué precio?

Sería muy feliz si cada mañana me despertase muerta de frío escuchando sus voces pidiendo cinco minutos más de sueño.

La cocina se hace divertida cuando es compartida con personas llenas de alegría. Los paseos bajo la lluvia no sólo se dan en las películas. 

Sacerdotes que hace tiempo descuidaron su vocación, feligreses que olvidaron las formas y no se quitan ni el sombrero... Al menos, no todo estaba perdido.

Todavía no entiendo cómo pudimos compartir tantos días y que tantas conversaciones quedaran pendientes.

Vi el amor en aquella familia donde la vida sigue teniendo valor. Me contuve las lágrimas y dejé que aquel sentimiento inundara mi corazón, que tan vacío se encontraba. No vi una mala cara, sólo reinaba la felicidad. Dios habita en esa casa.

Aquellos pequeñajos hicieron sentirme como uno de ellos. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto.

El pan y el vino, nunca antes los había tenido tan presentes. Imaginar que aquella podría ser mi última cena...

Regalé mi dulce corazón mil y una veces. 

Tuve la oportunidad de, como cada año, renovar mi bautismo el mismo día que por primera vez me bautizaron tiempo atrás. 

A pesar de echar en falta celebrar la Resurrección con las RR. MM. Carmelitas, la fiesta fue inmejorable.

No me canso de dar gracias por esta oportunidad.