martes, 22 de marzo de 2011

La carrera más larga

Sentada en la ventana, como hacía tiempo no lo hacía. Miro a través de ella y únicamente veo cipreses al compás del viento. Apenas pasa gente por la plaza a estas horas. 

El día está soleado, aunque las nubes también tienen su protagonismo esta tarde. Las banderas del museo no saben qué dirección tomar, hoy el aire está juguetón.

Los cerezos están en flor a pesar de que la mayoría de ellas ya hayan caído. El durillo es lo que realmente da alegría a esta pequeña plaza. Sus flores blancas entre las hojas verde intenso... Podría resumirlo como unas vistas maravillosas de las que disfruto cada mañana al subir la persiana y cada noche, cuando doy por terminado mi día.

Hoy es un día de alegría. He tomado la decisión que quizá debiese haber sentenciado hace unos meses cuando empecé con todo esto. No quepo en mí de gozo.

El viento agita con más fuerza, trata de llamar mi atención. Es posible que no quiera escuchar lo que voy a decirle. Me ha supuesto meses de silencio y no pienso callarme ahora.

Voy a dedicarme solamente a mí. Suena egoísta, no obstante, es la primera vez que lo hago y prefiero que sea con total sinceridad. Descubrirme a mí misma, mirar hacia el futuro, emprender una nueva vida dejando atrás todos los apuntes que fui tomando. Es hora de examinarme.

En la carrera de la vida, la calificación que obtengas siempre será insuficiente, los apuntes que cojas están escritos en papel sucio ininteligible, son pocos los compañeros que te ofrecen su mano para ayudarte, los profesores sólo te apoyan si de verdad los buscas... Todos nos titulamos. Unos necesitan más años que otros pero, al final, todos conseguimos el diploma que dice "Licenciado en la Vida".

La vida me ha propuesto escoger mi especialidad en esta carrera. Parece que necesitaré unos cuantos años más para estar segura de que mi elección sea la correcta.

Mientras lo medito, procuraré sacar buena nota en las asignaturas que se me presenten, ya sea estudiando, copiando del compañero o con una buena chuleta para no volver a cometer los mismos errores que me llevaron a las recuperaciones.

Es la mejor carrera que me han regalado y no pienso perder detalle de ésta, ya que después quiero hacer el doctorado y encontrar el mejor de los trabajos. ¡No sé cómo voy a pagar a Quien me ha dado esta oportunidad tan grande!

Llegados aquí, pongo punto y aparte a estos meses de oscuridad, finalmente he encontrado la Luz. Dado que las entradas melancólicas eran las que más gustaban y ahora no voy a poder satisfacer, me tomo unas vacaciones. Me dispongo a seguir esa Luz...

No es un adiós sino un hasta pronto.

lunes, 14 de marzo de 2011

TresSieteOcho

Hace unos años tenía un espacio que pasaba por blog y que hasta hace unos minutos me detuve a leer. He recordado cómo fueron mis dieciséis, mis diecisiete... Tan picarescos como inocentes. Lo mejor ha sido volver a leer las tardes con ella, mi madrina, mi abuela. 

Estaba pensando esta tarde que 2008 tenía toda la pinta de ser el mejor año de todos los que hasta entonces había vivido. Como cada noche antes de dormir pedía en mis oraciones que ella aguantase, que no estaba tan mal para irse. Era imposible que con el año tan completo que llevaba, pudiese pasar lo que sucedió.

Aquella mañana cuando Mari me despertó a las ocho, me había ido a la cama apenas un par de horas antes. Sólo me dijo "María, vete a casa de la tía, que la abuela está muy malita". Me sigo emocionando al recordarlo. Nunca imaginé que aquella mañana ella me dejaría sola, sin compañía por las tardes, yéndose sin volver a escuchar frases incoherentes debido a su enfermedad. Era imposible que ese año se tuviese que ir.

Por entonces, voté por primera vez, fue el día más feliz de mi vida con la boda de mi hermana, hubo Olimpiadas, había sacado unas notazas en selectividad, me había quitado la Química con un 10, empezaba la universidad... Todo ello iba encaminado a ser mi año.

Aquella mañana, tres de julio, cuando llegué a la habitación donde ella se encontraba, no terminaba de creerlo. Ella dormía como cada noche. Me sentí engañada aunque viendo las caras, tanto la de mi madre como la de mi tía, sabía que algo estaba al llegar.

Por entonces, nunca llevaba gafas y, aquel día, únicamente me las quité para secar mis lágrimas. No quería perderme detalle de las últimas horas que pasaría con ella

Ella hacía todo lo posible por respirar. Unas horas después de que llegara, me enteré de que ya había acudido el sacerdote para que recibiese el último de los Sacramentos. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que 2008 no iba a ser mi año, que ella no aguantaría hasta 2009, como siempre había pensado. La pequeña llegó y se quedó en el salón, escogió recordarla en vida. 

Llegado el momento de su último aliento, sus hijas se echaron a llorar. Yo no sabía qué hacer, llevaba toda la mañana gimoteando. Mi tía la única idea que tuvo fue tomarse una caja entera de tranquilizantes. Aquellos meses, tanto mi madre como ella, no dejaban de tomarlos, no conciliaban el sueño y más aún sabiendo que lo que sucedió estaba al caer. Gracias a Dios, alguien se las quitó. 

Me acerqué al salón y allí estaba la pequeña, de pie, sin saber a dónde mirar, a dónde ir, con los ojos más húmedos que jamás había visto. La abracé y, aun sabiendo que quien nos acababa de dejar era la persona que ella siempre había detestado por sus delirios (los de la abuela), sentí el más sincero cariño por su parte. 

A partir de ahí, la mañana fue totalmente extraña. Fuimos todos juntos, con los trillizos, a comprar. Comimos en casa de Mari... Incluso recuerdo que me duché allí, escuchando Camila, porque mi prima era lo único que oía en ese momento. 

En cuanto estuvo en mis manos, fui al tanatorio porque no quería separarme de la persona que más quiero ni un solo instante mientras pudiese. Me senté cerca y la miraba. Tenía mejor cara que nunca. Mi tía le había comprado un hábito de las religiosas Mínimas para cuando llegase este día. Todavía recuerdo que ella, mi abuela, siempre decía que quería ser monja y no la dejaron y, menos mal, porque sino ninguno de nosotros estaríamos hoy.

Pasé toda la tarde allí, rezando, pidiendo por ella hasta que llegó María, mi prima. Nunca me había sentido tan querida y comprendida como ese día. Hacía un año exactamente que su abuelo también había partido. Nos sentamos en un banco, en los jardines que había. Hablamos de todos los momentos que habíamos pasado con ella, de los sentimientos que quedaban...

Lo más impactante fue ver a mi hermana mayor, la doctora, con los ojos tan rojos de haber llorado. En apenas nueve días iba a dar el "sí, quiero" y solamente pensar que ella no iba a acompañarnos... 

La última noche, todos cogidos de la mano, pidiendo por ella, eso no se olvida en la vida.

No sé cómo he llegado a escribir esto cuando realmente quería contar los sentimientos que ahora me invaden. No sé cómo me he atrevido a describir estos momentos tan íntimos...

Todo el esfuerzo en el Camino se lo ofrecí a mi madrina. Era quien me daba fuerzas para seguir luchando. Lo primero que hice al volver de Santiago fue visitarle y darle las gracias por todo.

Abuelita, donde quiera que estés, cuida mucho de nosotros. Aunque cada noche me acuerde de ti, sé que no es suficiente, te mereces mucho más. Los mejores años de mi vida han sido los que he pasado junto a ti. No lo olvides nunca. Tengo muchas ganas de reencontrarnos. Te quiero.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Vuestro día

Después de un día entretenido, lo mejor que se puede hacer es una pequeña reflexión. 

Ha sido un día fantástico. Siempre deseé que fuera tan bonito como lo ha sido hoy. En realidad, había poco que hacer para mejorar el anterior.

El sábado estuvo toda la familia reunida que hacía tiempo que no pasaba. Incluso la madre de mi cuñado estuvo para celebrarlo. Yo me conformaba con eso poquito aunque tenían preparado algo más para mí. Los regalos no dejan de ser algo material, sin embargo, guardaban lo mejor para este día.

He recibido muchas llamadas, todas esperadas, no obstante, cada una de ellas tenían un toque especial de cariño. Desde la que me despertó esta mañana a las ocho, hasta la última que recibí hace apenas una hora. Mensajes, unos cuantos. Ya se sabe que unos los escriben desde lo más profundo y otros solo cumplen, mas en el fondo de todos, me quedo con que por unos instantes se acordaron de mí en este día. Otros tantos he echado en falta, quizá por despiste o por cualquier otro motivo, no me importa. Hace tiempo que aprendí que eso de ojo por ojo y diente por diente no va conmigo.

Cuando redacto un pequeño mensaje, hago una simple llamada perdida, escribo un sencillo comentario, lo hago de corazón, porque así lo siento. No me afecta en absoluto que unas semanas antes me acordase de una persona y que hoy, en mi día, ni se haya molestado en decir nada. Como dice un buen amigo, para mí ese día apenas sirve para algo más que felicitar, lo que se valora es el día a día, cada gesto, cada detalle.

Hoy me he sentido muy querida. Amigos con los que hacía bastante tiempo no hablaba han vuelto para decir que tenemos que volver a vernos, que tienen ganas de saber más de mí, que les gustaría recuperar todo este tiempo que estuvimos sin saber el uno del otro. Y se agradece muchísimo. Quizá para ellos apenas significa nada pero para mí ha sido un mundo.

La visita de mis padres y mi hermana pequeña ha sido el mejor regalo de todos. Tan solo han sido unos pocos minutos pero simplemente el detalle de haber recorrido tantos kilómetros y más siendo fiesta en el pueblo vale más que cualquier otra cosa. 

Sin hablar del diminuto paquete que han traído con ellos, que no lo esperaba y, por ese motivo, me hacía el triple de ilusión. Disfruté unos minutillos de su voz, ya casi había olvidado ese acento gallego, y me ha dicho que no me hago vieja sino que cada día soy más vella.

¿Y del detalle tan bonito que han tenido escribiéndome unas palabras? Eso sí que ha sido impresionante.

Los veintiuno han llegado en una buena época, llena de felicidad, como vengo contando últimamente. Había empezado diciendo que los veinte no fueron tan buenos como esperaba que fuesen y, por eso, el listón de este año era fácil de superar.

Estaba en una situación personal complicada. No levantaba cabeza. Ni las amigas ni la familia eran capaces de hacer que mirase hacia delante dejando el pasado atrás. Comenzaba a ensimismarme, no quería contar nada de lo que me pasaba hasta que una noche, de tantas como había pasado llorando, me levanté de la cama y llamé a la puerta de enfrente porque no aguantaba más con tanto como llevaba guardado. Fue lo mejor que hice.

Me ha costado casi un año aprender a quererme. Ha sido difícil ponerme en pie de tan hondo como había caído. No deja de ser pasado y bastante he hablado de ello a lo largo de estos meses.

Gracias a todos por hacer de estas veinticuatro horas uno de los mejores días que seguro viviré este año. Mis oraciones van por vosotros.

El Señor se sirve de los instrumentos más humildes para las obras más grandes. (P. F. Míguez)

lunes, 7 de marzo de 2011

De aniversario

Llevo unas semanas viviendo en una nube. He conocido una persona que me ha hecho recuperar la fe cuando ya casi la daba por perdida e irrecuperable. Me he dado cuenta de que Dios da sentido a mi vida cuando menos lo espero para recordarme que Él siempre sigue ahí, cuidando de mí. 

Esta vez lo hizo de una manera especial. Me ha enseñado un ejemplo de vida que sabe que me cautiva. Esta persona es tan importante para mí, que espero no se aleje mucho y continúe guiándome por este camino tan dificultoso. 

Ahora me es imposible despertar una mañana sabiendo que no estará. Quiero que esté siempre ahí, quizá de un modo más íntimo... Hace tiempo que dejé de creer en el destino y comencé a confiar en que todo lo que ocurre a mi alrededor no son simples casualidades. Hay alguien que me encamina hacia unos ideales que aún no habían florecido hasta este momento. Y me gusta. 

Mañana es un día especial en casa. Recuerdo la típica historia con anécdota que me contaron del día que nací y cada día me gusta más escucharla.

Era un ocho de marzo. Las Calasancias celebraban el aniversario de Beato Faustino Míguez, como todos y cada uno de los años. Siempre se hace una pequeña gymkana que organizan los mayores para los más pequeños y se termina la mañana comiendo migas que cocinan los padres. Se me olvidaba decir que las Calasancias son como mis segundas madres, de hecho, las llamamos "madre". Ellas se encargan de la enseñanza en el colegio Divina Pastora repartidas por casi todo el mundo.

Empiezo a perderme de la historia. Era un ocho de marzo y tanto Laura como José Luis, mis hermanos mayores, disfrutaban de tan ansiado día en el colegio. Una llamada inesperada cambió el rumbo del día.

Apenas pasaban las diez de la mañana, cuando madre Soledad les anunciaba que acababan de tener una hermanita. Nuestra madre había llamado para comunicar la noticia. Una alegría mayor al saber que también era, y es, el día de la mujer trabajadora.

Cada año que llega este día, volvemos al colegio para conmemorar el aniversario y recordar esta historia con las madres que vivieron ese día la noticia.

Ahora todo es diferente. El día de mi cumpleaños ya no es fiesta, como hasta hacía unos cinco años. Dejé el colegio, por distintos motivos, y continué mis estudios en un instituto público donde nadie conoce a Faustino  ni celebran su día. Llegó la época de universidad y continuamos así, sin celebrarlo, yendo a clase, a prácticas... A cumplir con las obligaciones del día. Por suerte, mis padres hacen hueco en sus agendas y vienen a visitarme a la residencia. A pesar de que sean unos pocos minutos, disfruto de su compañía.

Este año, por mi parte, no necesito que mañana, ocho de marzo, todos quieran decirme "felicidades", el sábado disfruté de la familia como nunca. Lo de mañana será un extra.

Continúo con mi felicidad personal. El secreto está en los pequeños detalles, en saber apreciarlos, y si vienen de los que más quieres, no se puede pedir más.

Al soplar las velas, también pedí mi deseo particular. Si algún día llegase a hacerse realidad, será uno de los días más felices de mi vida, más incluso que este momento.

He de decir que hacía mucho tiempo que no me regalaban flores y tengo un precioso ramo de lilium y crisantemos adornando mi habitación. Ojalá durasen eternamente.