martes, 22 de noviembre de 2011

Felicidades

La vuelta a casa ha estado cargada de sorpresas. Apenas acababa de dejar la maleta en la habitación y ya tenía tarea por hacer.

La hermana Ana me invitó a la renovación de votos que ha sido durante la Eucaristía de esta misma mañana. Infortunadamente, una de las hermanas tenía turno de portería y alguien debía cubrirla para que ella también pudiese renovar con la comunidad. Cómo no, la hora que he sustituido ha estado llena de anécdotas.

La primera sorpresa del día ha sido encontrar a la hermana Marta sentada con una sonrisa de oreja a oreja sabiendo que hoy sería un gran día. En cuanto he ocupado su lugar, he recibido la primera visita del día y a mí nadie me había informado de lo que debía hacer en estos casos.

Por más que le he dicho a la mujer que las hermanas estaban en Misa y que hasta las diez no podrían atenderla, ella ha preferido quedarse sentada alegando que no tenía nada que hacer en su casa y que en la calle hacía mucho frío. Ha sido la primera de tantas personas que hoy nos visitaban en busca de un carro lleno de comida o un empleo.

Mis compañeras no paraban de salir a la calle dispuestas a comenzar una nueva semana de clases. Alguna, incluso, ha tenido el detalle de hacerme compañía durante unos minutos.

Nada más finalizar la Eucaristía, la hermana Carmen se acercó a relevarme. Me abrazó, me dio un par de besos y la felicité. Después me ofrecí para quedarme allí unos minutos más si era necesario, total, no tenía nada importante que hacer. Y se marchó a desayunar con el resto de comunidad, no sin decir "que Dios te lo pague" acompañado de un abrazo más sentido que el anterior.

Para terminar la mañana, el último en visitarme fue el fontanero que venía a desatascar unas cuantas duchas. No tenía la más mínima idea de qué hacer con él, así que le mandé a tomar café hasta que bajase la hermana que supiese a dónde mandarle. Por suerte, no pasaron más de diez minutos cuando la hermana Desamparados llegó para quedarse. 

Aún no me había ido cuando el fontanero volvió y la hermana Cándida ya atendía a todos los que allí esperaban.

Solo ha sido una hora y he tenido las anécdotas más interesantes de todo el día. 

Me encantaría pasar tantas horas como pasan algunas de las hermanas para tener un millón de cosas más por las que dar gracias al finalizar el día y pedir por aquellos que lo necesitan.

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