miércoles, 15 de junio de 2011

Muchos son los motivos

Sabes que te necesita, aunque aún no sabes muy bien para qué. Intentas afinar el oído y sigues sin entender sus palabras. Solamente escuchas la llamada y aún no quieres saber el porqué.

Cada mañana te despiertas con un motivo aparente. Quizá te has propuesto unas clases, un trabajo... Y después, ¿qué hay después? ¿De verdad es esa la causa por la cuál te levantas de la cama cada mañana? ¡Qué triste!

Tiene que haber una razón mayor. 

La monotonía se puede evitar. Se puede inventar cada mañana un día distinto. No es necesaria tener una grandiosa imaginación, sólo hace falta querer hacerlo. Muy aburrido sería cumplir únicamente con tu obligación, sólo porque tienes que hacerla a cambio de una recompensa.

¿Y si esa recompensa fuese algo más que económica? Es posible. Dejemos atrás la remuneración mensual y centrémonos en la de cada día, que es un período de tiempo más breve. 

Es difícil esperar que acabe el mes de trabajo para recibir esa retribución, sin embargo, si día tras día la cobramos mediante gestos, sonrisas, la satisfacción de un esfuerzo reconocido será mucho mayor y más frecuente.

Los pequeños detalles son los que nos dan verdadera vida. Las cosas grandes sólo aparentan en tamaño, su importancia pronto se pierde, pero en las pequeña siempre permanece y es constante. Te alegrarás de recibir un abrazo aunque siempre sea de la misma persona. Esos pequeños elementos son el motivo por el que luchar día tras día.

Es curiosa esa sensación de impaciencia, de querer saberlo todo, de descubrir el sentido de nuestras vidas. Siempre se ha dicho que lo bueno se hace es esperar. ¿Y si es dos veces bueno? Si es algo tan grande como la respuesta que esperas desde la primera vez que viste la luz, no importa el tiempo. Ya la disfrutaremos.

Esto es complicado, pero nunca había gozado de tanta felicidad, y la que queda por llegar.

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