lunes, 20 de diciembre de 2010

Tuli... pán

No sé qué pasa hoy. No puedo mirar los folios más de cinco minutos seguidos. Quizá sean los caprichos de hoy: no he podido resistirme al café con leche calentito acompañado de tarta de queso y arándanos.

Mañana es el examen. No hago más que leer "base imponible" y "hecho imponible" y sigo sin saber de dónde proviene cada concepto.

Por mi cabeza pasan diez mil cosas y más aún después de descubrir tantísimas cosas más esta pasada cena de Navidad. No hago más que preguntarme "¿y si...?". La respuesta está más que clara. Actué como debí actuar desde mi juicio, aunque en realidad no haya servido de nada. Cometí un par de locuras que jamás me había planteado pero, ahí están. Procuro no arrepentirme de nada.

Agradezco el momento en que alguien me enseñó que la vida no es camino de perfección, que los errores son los que dan esa pizquita de alegría, eso que te hace continuar y corregir esa equivocación. Si hay algo que últimamente hago fatal, es evitar lo inevitable. Mi lema "ojos que no ven, corazón que no siente" no puedo llevarlo a cabo. Sé que si no lo veo, más tarde, alguien me lo contará. Mi propia curiosidad hará por satisfacerse. Después vendrán las consecuencias. Mi acentuada sensibilidad a los hechos que me rodean pueden causar que no levante cabeza durante más de una semana, algo que posiblemente fuese impensable hace unos años.

¿Por qué esta sensibilidad ahora? Hay días que recuerdo las horas desperdiciadas en la consulta de un psicólogo; me siento perfectamente cuando alguien es capaz de escucharme prestando atención, cuestionándome preguntas que me duelen, sacando todo lo que llevo guardado y que quizá nadie quiera saber de eso salvo esa persona tan lejana y a la vez tan cercana en esos instantes. Solamente tengo un mal recuerdo de ello. Considero que realmente no sirvió para nada. Todo sigue como antes, solo que ahora he aprendido a poner la cara que quieren que ponga y que siga guardando ese tesoro tan valioso como son mis sentimientos.

Sentimientos. Esos que alguna vez dan la cara y otras tantas son incapaces de mostrarse. Nunca sé cuando es la hora de enseñarlos. Si es temprano, porque es muy pronto. Si es tarde, porque ya pasó el momento. Quizá llevo el letrero de inoportuna y no me había dado cuenta. Espero algún día descubrirlo.

No es que me siente mal por todos mis fracasos. Me siento peor cuando me confiesan que yo no fui culpable de ellos. Encontrarte con lo que llevas toda la vida buscando y que no puedas mantenerlo. Eso es lo que me duele de verdad. Darse cuenta de que cada canción que escuchas, posiblemente ya la haya escuchado; que cada noticia que lees, ya la habrá criticado desde tu mismo punto de vista; que cada vez que mire la hora también se acuerde de ti al igual que haces tú. El tiempo pone a cada uno en su lugar y, si tu lugar es aquí, yo seguiré esperando.

Tan solo me queda decir que todo lo que he intentado conservar, se escapó de mis manos como si de agua se tratase. Mi gatita que tanto quería desapareció a la vuelta de vacaciones, mi plantita muere por momentos con sus hongos, mi mejor amiga huyó cuando "toqué" sus cosas, la persona que más quiero se fue sin reconocerme por su enfermedad... En fin, el perder todo eso te hace más fuerte, con más ánimo para levantar la cabeza, aunque en el momento no tuviese valor para dar un paso hacia adelante.

Hoy, soy fuerte, escondo mis lágrimas y la sonrisa nunca desaparecerá, pase lo que pase. Ya se sabe que hay quién podrá enamorarse de ella...

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