miércoles, 12 de enero de 2011

Inigualable

He decidido tentar a la suerte. No solo he colocado una percha al revés de las demás sino que, además, optaré por no mirar con qué pie me voy a levantar mañana. 

He retomado el hábito de escuchar Iván Ferreiro y rodearme de plantas. ¿Qué más se puede pedir? Bueno, sí que puedo pedir algo más... Que mi bulbo de jacinto empiece a brotar y yo lo pueda ver crecer. Pero ese no es el caso.

Llevo un par de días que abandoné la lectura y no encuentro momento para recuperarla. Habla del perdón y aunque llevo medio libro, todavía no sé por qué motivo debe el protagonista perdonar a otro personaje. Me come la curiosidad por saber qué es.

Sigo consumida en mi inquietud. No puedo estar parada ni por un segundo, ni siquiera durmiendo. Ya hablé de mi dificultad para llamar al sueño pero mi cuerpo también lo advierte. Comienzo a padecer alopecia, mis gemelos están a punto de subirse, mi estómago no hace más que encogerse, por no hablar de otros síntomas. Y sí, solo son exámenes que jamás antes me habían hecho encontrarme así. 

Hace unos días, escuché en el informativo que el número de muertos en accidentes había disminuido. No tiene ningún sentido hablar de un aumento o un descenso de esa cifra. Estoy más que harta de que lo comparen. Un año hubo unas personas que por cosas del destino fallecieron trágicamente en la carretera y dio la "casualidad" de que otras personas totalmente distintas a las anteriores se encontraron con el mismo sino. No por eso el número crece o decrece. No es una función ni hiperbólica ni parabólica, son puntos libres que no siguen ninguna directriz. 

Al igual que tampoco se debe equiparar el número de aprobados y suspensos de un año a otro. Los individuos que hacen frente a esos exámenes son personas íntegramente diferentes a las de años anteriores. Dichosa manía de profesores y periodistas.

Y aún está por ver las comparaciones odiosas de las madres con los hermanos. Eso sí que es digno de ser detestado. Ninguno somos perfectos y cada uno nacimos con el don que Dios nos quiso dar y no por eso tenemos que ser más admirados o más despreciados. 

Somos personas únicas, irrepetibles. Quien dice que en el otro lado del mundo tiene un doble, miente. Incluso los hermanos gemelos son desemejantes. 

En fin, que nos aprecien por lo que hemos moldeado de nuestra persona y que no nos juzguen por lo que quieren que seamos, que nos aprueben con nuestros valores y nuestras rarezas y, lo más importante, que nosotros mismos aceptemos lo que se nos ha otorgado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sólo los que somos diferentes, podemos apreciar ésta entrada.

María dijo...

Tu comentario me ha llegado. Me alegro un montón de que seas de los pocos que sepan hacerlo.