martes, 30 de noviembre de 2010

Su planta preferida

Me pellizqué más de una vez para saber si esto era cierto o es que seguía soñando. Bonita canción.

Realmente hoy no sé qué tratar, pero tengo ganas de escribir algo. Algo profundo. Tan profundo que salga de lo más adentro. Creo que ya sé...

Recuerdo que hace unos dos años tuvo lugar el día más triste de toda mi vida. No sé si algún día llegaré a sentirme con tanta necesidad como ese día. Se iba de mi lado la persona que más he querido, quiero y querré.


No habrá nadie que supere todo lo que ella me ha dado. Era como mi segunda madre, bueno no, era una madre especial, mi madrina. No todos pueden presumir de tener una madrina tan maravillosa como la mía.


Me peinaba, me daba para merendar aceite en pan con sal, me compraba los manteles que hacía con papel y tijeras, me ofrecía la paga del domingo, me regalaba bragas cada cinco de enero, me compraba Coca- Cola, me sonreía, me quería... Hasta el último día.

Me molestaba mucho tener que cuidar de ella cuando estaba enferma aun así, me gustaba mucho cuando esbozaba una pequeña sonrisa de complicidad que jamás olvidaré. Ella era única. Se enfadaba conmigo y yo era la que lloraba. No porque el enfado, porque a los diez minutos ni se acordaba de que se había mosqueado, sino porque ella ya no sabía con quién lo hacía. No me reconocía. Esa sensación sí que es la peor de todas, tener a alguien a quien quieres más que a nada y que no pueda acordarse de que nunca te fuiste de su lado.

Cada noche pido porque, donde quiera que esté, se encuentre mucho mejor de lo que ha estado con nosotros. Hay días que la necesito como a nadie y solo saber que ella no volverá, hace que el mundo se me caiga encima. Creo que desde que se fue no he vuelto a ser la misma.

Vuelvo a casa y sé que no está, que no me recibirá con su pelo de peluquería que le gustaba tanto enseñarme. Mi madre optó por darme su pijama pero no tengo el valor de ponérmelo sabiendo que ella también lo tuvo puesto en un momento de su vida.

Duermo en la misma cama que ella dormía los últimos días y es imposible olvidar la lata que daba porque no quería irse a descansar. Su casa, su cocina, su armario, su bote de azúcar, su frigorífico, sus zapatos, su peine, su espuma, su anís... Ahora solo son recuerdos, pero hubo un día en que fue real y yo tuve la oportunidad de vivirlo. Con ella.

Y si tengo valor para levantar la cabeza y seguir adelante es por ella. Algún día será el reencuentro y espero que no tarde mucho en llegar.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Cambio radical

Yo también defendía ideas con las que no estaba de acuerdo. Hace unos cuantos años escribí...

Para mí, los cánones de belleza son una tontería. Una persona bella es la persona que se siente perfecta, aunque para la sociedad tenga algún kilo de más y su corte de pelo no sea el más moderno. La estúpida moda de pasar por el quirófano y retocarse una parte del cuerpo que no nos gusta conlleva tener un problema mental y si el triángulo de la salud establecido por la OMS no es equilátero, puede que en un futuro ese pequeño cambio realizado altere nuestras vidas de manera incomparable al complejo que teníamos.

Este cambio en la sociedad que cada vez aumenta más y causa mayores problemas, especialmente en los adolescentes y los trastornos alimenticios, nos lleva a una sociedad estética, donde solo importa la apariencia; la sociedad del consumo, para aparentar más de lo que somos…

Hablando de trastornos alimenticios, considero que el programa Cambio radical, es uno de los principales problemas que tenemos. Todo es tan fácil y maravilloso como pasar por un quirófano y ser perfecta, pero yo me planteo: ¿realmente existe la perfección? Una persona que se siente perfecta, es perfecta y si se siente perfecta consigo misma, no hay ni problemas físicos ni psicológicos.


Los adolescentes ven el programa y como aún no son personas con mucho uso de razón, que se dejan influir por todo, al observar que según la televisión ser perfecta es tener una nariz pequeña, una dentadura blanca y colocada a la perfección, un montón de maquillaje que engaña al espectador y un montón de cosas más que llevan al adolescente a mirar se en el espejo y pensar que quieren ser como la persona que han operado, llegando a dejar de comer para adelgazar, vomitar u obsesionarse con la comida.

Este problema está demasiado presente en esta sociedad, muchos adolescentes lo ocultan y realmente uno no se da cuenta de lo que le está pasando hasta que los conocidos te dicen que has adelgazado e incluso, que te digan eso, te hace sentirte mejor, como que has conseguido lo que te propones.

Estos trastornos pueden llevar a la muerte y, por tanto, son muy peligrosos y más en este tipo de personas débiles que se dejan llevar por la sociedad.

La cirugía estética no es milagrosa. Con el paso del tiempo la piel que colgaba vuelve a colgar y, personalmente, vivir para mejorar mi aspecto físico no es vivir. Solo son preocupaciones por cremas, maquillajes, productos de belleza en general, que por mucho que los usemos un día nos tocará morir y todos esos ‘’potingues’’ no habrán servido para nada, solo para gastar nuestro dinero y vivir bajo la presión social.

Pero para los cirujanos es un gran negocio. Si yo fuera uno de ellos, estoy segura de que también trataría de captar a la gente para que se opere. Es mi trabajo, mis beneficios y como cualquier persona necesito comer y pagar gastos. Me parece muy normal que todo el día en televisión con los anuncios de Corporación dermoestética nos bombardeen con modelos ‘’perfectas’’ que ni siquiera han pasado por el quirófano, son así por naturaleza, no están retocadas, pero las personas que lo vemos nos imaginamos el cambio asombradas. ¿Cómo una persona que antes pesaba más de ciento cincuenta kilos pese sesenta de la noche a la mañana?

Todos esos productos, máquinas para adelgazar, cremas que te dejan la cara muy suave… la gran mayoría son un engaño la sociedad obsesionada con la apariencia física los compra y cuando descubren la estafa, ya no hay a quien reclamar y aún así seguimos confiando en que algún día hará algo. Este "boom" ya no está únicamente dedicado a mujeres con complejo de pecho, ahora todo el mundo tiene a mano el poder cambiar su imagen, desde personas que acaban de cumplir los dieciocho años hasta gente mayor de ochenta. Se gastan millonadas en "volverse perfectas" y la cirugía es como un vicio: una vez que empiezas con ese complejo que tanto te atormentaba, sigues buscándote más para poder "perfeccionarlos" y convertirte en una muñeca Barbie.

La sociedad está cambiando muy rápidamente en este aspecto y nadie hace nada por evitarlo, al contrario, unos se benefician en dinero pero la gran mayoría perdemos en salud, tanto física como mental.

El físico predomina sobre lo psicológico. Ser una persona muy inteligente con cinco carreras es mucho menos importante que ser una modelo de un famoso diseñador. Por lo pronto, si la persona inteligente no tiene un buen puesto de trabajo, la modelo ganará muchísimo más dinero que la otra, además de salir en revistas, en televisión y dejar su imagen como la mejor, mientras que la que es inteligente se tiene que conformar con lo que le toque.

Tenemos que valorar la personalidad, la inteligencia y todos esos aspectos internos que no son apreciables a primera vista. Realmente son los únicos que deben importar. Si eliges una persona horrorosa interiormente, seguro que el día de mañana cuando la piel empiece a arrugarse y salgan todos esos signos de la vejez prefieres cambiar. Sin embargo, si escoges una persona bella por dentro, que sea inteligente, que sepa hablar y con la que te entiendes, estarás orgulloso el resto de tu vida por haber sabido elegir a la persona que con el tiempo envejecerá pero su personalidad seguirá ahí, no cambiará e, incluso, mejorará como los buenos vinos.

Una vez que hayamos conseguido cambiar la mentalidad de toda la sociedad, las personas vivirán sin complejos porque se sentirán perfectas solo por el hecho de ser un ser humano y tener esa capacidad de uso de razón que hemos adquirido. Así desaparecerán muchas de las enfermedades mentales y podremos seguir evolucionando de la manera que queramos, la que realmente nos gusta, sin sentirnos mal vistos por los que nos rodean.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Exámenes

Malditos exámenes. Llega un momento en tu vida en que te acostumbras a ellos. Unas veces salen bien, otras salen mejor, otras fatal y otras... Mejor no hablar de esas otras.

Es lunes, en cuestión de 7 horas me examino. Ya no tengo nervios, se me olvidaron el día que sabía que no iba a ser capaz de sacar más de un 1 en un examen de química aunque, en realidad, sí que pasé del 1, obtuve un 1.01. Una vez descubres que suspender no es tan malo como lo parece dejas ese miedo atrás.


"Soy de los mejores de clase, el que mejores calificaciones tiene". Sientes terror a decepcionar a esa persona que tanto admiras

"¿Cómo voy a ser capaz de suspender su asignatura? ¡Si es de mis favoritas!" Frase que nos hemos repetido una y mil veces y termina sucediendo, suspendes. Tienes vergüenza a que el "tonto" de clase haya estudiado más que tú y encima lo demuestre..

"A mí no me supera ese", pero termina haciéndolo. En lo que tú has tardado una hora en memorizar, él estuvo tres, pero tú no tienes esa fuerza de voluntad para estar sentado sin levantar la cabeza de los apuntes más de hora y media. Será la falta de costumbre.

"O tu carrera es muy fácil o eres muy inteligente". Dudan de tu inteligencia, por Dios. Reconoces que apenas has estudiado pero vas a aprobar y con nota.

"La materia es fácil, son pocas las notas que tomé en clase". Tratas de autoconvencerte pero, en el fondo sabes que la noche anterior te la pasarás empollando como si fuese la única asignatura de la carrera que te quedase.

"Aquel lo lleva peor que yo". Te consuelas viendo que no vas a ser el único que va a suspender. Hay compañeros que están peor preparados para ello.

"Llevo toda la calculadora llena de chuletas". ¿Y si la profesora no te deja usarla? ¿Y si se da cuenta de que sabes escribir libros para gnomos?

En fin, es tarde y necesito descansar.

Que sea lo que Dios quiera.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Tan sólo palabras

Sábado, mejor dicho, domingo. Altas horas de la madrugada y yo soy incapaz de dormir. Me abruman pensamientos. 

Aunque dejé la alarma para despertarme temprano, fui incapaz de desarroparme y levantarme a estudiar. Es algo que me ocurre muy a menudo. Así pasa, que a la hora de dormir solo puedo dar vueltas recordando historias pasadas, actos que me hubiese gustado haber hecho en su momento y que ahora no tengo el valor de hacerlo. Además, ya se sabe que con el tiempo los errores son más difíciles de solventar.

Creo que ahora sería lo suficientemente valiente como para coger el teléfono y llamarle contándole lo mucho que me cuesta hoy dormir, pero pensándolo mejor, es demasiado tarde para hacerlo. Él piensa en alguien y ese alguien sé que no soy yo. Él no aguantaría tanto tiempo sin saber de mí si aún le siguiera importando. En el fondo me alegra saberlo. Cuando la relación es imposible es necesario que uno de los dos diga "basta" pero yo soy demasiado cobarde para eso. Es la segunda vez que me pasa.

Dicen que el roce hace el cariño y yo me encariñé más de lo que debía. No tengo fuerza para levantar cabeza y pasar a su lado sin sentir todo mi cuerpo templar recordando que un día sus labios estuvieron rozando los míos. El día que sé que coincidimos ese día es especial. Procuro que mi imagen sea perfecta, que sea de su agrado, que sea la que él ha querido ver en mí y que nunca le mostré. Intento crearle envidia de no poder estar conmigo, aunque dudo mucho que eso sea real, puesto que, como me conoce lo suficiente, sabe que con solo una mirada estaría dispuesta a tirar todo lo que había levantado en su ausencia.

En fin, también traté de olvidarle con un sustituto, incluso con dos. El primero fue capaz de hacerme sentir nueva otra vez, pero no le convencí. Él no estaba dispuesto a seguir adelante con lo que acababa de empezar. Todo parecía perfecto: conversaciones que daban miedo de todo lo que compartíamos y que antes no habíamos descubierto. No lo sé. Soy tan impulsiva que a veces me dejo tanto llevar... Cayendo en el error de ir demasiado deprisa y aparentar lo que realmente no soy. No me arrepiento. Quienquiera que sea ha decidido que los hechos sucediesen así.

Un año ya y parece que fue ayer la primera vez que me paró en seco, donde comenzó todo. Cada vez que paso por "nuestro" sitio me es imposible no recordar todos los sentimientos que se me escapaban como si no pudiese controlarlos. Quizá nunca llegó a sentir lo mismo que yo, pero hubo momentos que jamás cambiaría.

El día más especial apenas me dejó dormir. España se acababa de proclamar campeona del mundo. Estaba estudiando cuando recibí una llamada. Eran casi las 2 de la mañana. Tenía mi último examen de recuperación en apenas unas siete horas. Me vestí y corrí para que una amiga me contase lo que aquella noche no le dejaba dormir, algo que tenía que contar que no se podía callar. De regreso a casa, eran casi las 4. No hacía más que dar vueltas en la cama porque sabía que le iba a ver.

Llevaba apenas tres cuartos de hora dormida cuando el teléfono comenzó a sonar de nuevo. Era él. Dijo cosas que jamás había escuchado de él, cosas que pensé que nunca me llegaría a decir, justo todo lo que deseaba oír. Apenas me ablandé, solo guardaba silencio y dejaba que él siguiese haciéndome soñar despierta. No pude volver a dormir.

Tras el examen, él llegó con la camiseta que tanto me gusta y... Ese fue uno de esos días que una no olvida tan fácilmente. Algo tan mágico, algo que siempre había soñado y que no pensé que aquel fuese el día.

Y aunque fue real, en verdad fue un sueño. Palabras que para él no tenían ningún significado, cosas que uno dice borracho y de las que luego se arrepiente.

De los errores también se aprende.