jueves, 24 de febrero de 2011

Mi pequeño gran tesoro

Esta semana ha sido muy bipolar. He tenido unos días muy felices y alguno un tanto triste. Ando baja de defensas y los resultados de mis análisis no han sido tan positivos como esperaba. Se aproxima una temporada de médicos.

Hoy ha sido un día bueno, buenísimo. Acabo de recibir mi primera oferta de trabajo y, en principio, pensaba rechazarla. Hablé con mi conciencia, que se encuentra a unos kilómetros de mí, y me advirtió que esa decisión es más importante de lo que yo cavilaba, imposible negarla.

Pues sí, a pesar de que todavía es temprano para hablar de ello, ha conseguido que mi mente se revolucione y dé comienzo a pensar en otras cosas que hasta hace unos días veía muy lejanas.

El trabajar ya supone una pequeña independencia. La palabra independencia me lleva a tener dinero. Tener dinero conlleva empezar a plantearse una serie de cuestiones... Unas cuestiones que me hacen mucha más ilusión que todo lo que viene antes para conseguir llegar hasta aquí.

Hablo de la familia, el pilar principal de mi particular independencia.

Tengo la suerte de poder volver a casa y que todos me reciban con los brazos abiertos, tanto mis padres como mis hermanos. Y, aunque somos muchos, nuestras vidas no tendrían sentido si alguno fallase. 
Son pocas las ocasiones en las que disfruto con la compañía de todos pero, en verdad, son los mejores momentos. Me gusta discutir con ellos, no hablarles en unos días, besarles cuando no quieren, darles la chapa siempre que puedo, robarles la ropa, comerme sus yogures, tomar prestados sus ordenadores... Lo típico de la familia.

Lo más positivo, sin duda, es recibir las llamadas de todos cuando estoy enferma, preguntando por mis exámenes, llegar a casa y tener preparada tu cena favorita, sorprenderte con regalos, compartir los días especiales... Y muchas otras cosas que, gracias a Dios, podemos compartir.

Siempre hay roces. Es imposible evitarlos, aunque todo se soluciona con una pequeña charla de mamá y un gran abrazo entre los afectados. En ocasiones, también hay Betadine de por medio, pero muy raramente.

Me encanta la familia que me ha tocado.

Por otro lado, parece que tengo que desprenderme un poco de ella, solo un poco. 

Se me viene la idea de comenzar con mi pequeña familia... ¿por qué no?

lunes, 14 de febrero de 2011

Dándole a tus pies camino

No me veía capaz de hacerlo pero voy a ello. Tengo entre mis manos el pequeño cuaderno que fui escribiendo a lo largo de los nueve días que duró mi Camino de Santiago. Terminé de contar todo lo que me había pasado y a la vuelta lo guardé en el fondo de un armario para nunca más saber de él. Con el paso del tiempo se me venían las canciones aunque la letra ya estaba un poco turbia y fue lo que me hizo recuperarlo.

"Ante ti me postro, oh Virgen Madre de Dios..." Era mi canción favorita. No hubo día que alguien tuviese la guitarra entre manos y pidiese que la cantáramos. Al igual que "Ante ti venimos, pues Tú nos has llamado y nos atrae tu voz..."

Es una pena que aquí nadie quiera compartirlas. Bueno, al menos sé que en agosto voy a tener que volver a prepararlas.

Entre las hojas, hay folletos, notitas de amigos, oraciones, dinámicas... Solo hay frases de ánimo. En realidad todos querían que llegásemos al final. 

Hay un folleto en el que explica cómo preparar el Año Santo y los efectos que deben surgir en la persona. Plantea una renovación interior, que llegué a experimentar; ser testigo del Evangelio, que lo intento día a día; y un compromiso apostólico, que es lo que debería de tener en cuenta más a menudo.

Entre papel y papel, he encontrado una entrada a la piscina de Sarria. Era la mejor parte del día. Sentías cómo los pies y las piernas descansaban, se relajaban... Aunque no por mucho tiempo. Apenas disponíamos de tiempo libre para estas cosas. Esto me recuerda que en esta piscina no dejaban tirarse de cabeza y era lo primero que hacíamos todos al llegar. El socorrista terminó mosqueándose.

Increíble. Aún conservo el papel con el nombre de mi peregrino invisible. Me porté fatal con ella, apenas tuve tiempo para dedicarle. Mi estado mental era pésimo para animarme a mí y mucho menos para dedicarme a los demás. Por el contrario, peregrina invisible, la que cuidaba de mí, fue de lo mejor de la experiencia. Me veía llorar y ya tenía una notita dándome ánimos. Andaba a mi lado, me ofrecía todo lo que tenía. El último día que estuvimos juntas, como despedida, me regaló un pequeño peregrino que tengo en la mesita, para que no pase ni un día sin acordarme de ella.

Hay un pequeño texto en papel amarillo en el que se le recuerda al amigo que puede contar conmigo.

Si otras me veces me encuentras huraño sin motivo, no pienses que es flojera; igual puedes contar conmigo. Pero hagamos un trato: yo quisiera contar contigo, es tan bonito saber que existes, uno se siente vivo; y, cuando, digo esto, no es para que vengas corriendo en mi auxilio, sino para que sepas a ciencia cierta que tú sabes que puedes contar conmigo. Amigo, tú sabes que puedes contar conmigo, no hasta dos ni hasta diez sino contar conmigo. Si algunas veces adviertes que te miro a los ojos, y una veta de amor reconoces en los míos, no pienses que es delirio; a pesar de la veta, o tal vez porque existe, tú puedes contar conmigo.

También guardo una postal de Santiago de Compostela escrita por una maravillosa amiga que siempre tiene palabras de ánimo para mí.

Veo que llega el momento de las reflexiones y aún sigo planteándome si optar por volver a guardar el cuaderno o abrirlo y contar más.

Lo primero que leo es ¡Buen Camino! Cómo me gustaba escuchar esa frase. Te daba una energía impresionante, mucha más si era un desconocido.

El Camino de Santiago es una experiencia personal porque cada uno sale con lo que es, con lo que tiene, a recorrerlo; cada uno se pone en marcha con sus interrogantes y sus deseos, con su energía y sus capacidades, con su fe y sus problemas, y espera encontrar algo para su propia situación. Nadie aporta lo mismo; nadie espera lo mismo y, aunque uno no encuentre lo que busca, cada uno hace su propio camino.

Después viene el horario. Ya no me acordaba de lo fácil que se me hacía levantarme a las cinco y media de la mañana para que a las seis ya estuviésemos en marcha. Siempre hacíamos una pequeña oración. Era el momento ideal para lavar las lentillas, ya que no había día que no se me empañasen los ojos en ese momento.

Voy a ceñirme a los que quería comentar, los ecos de cada día.

La primera noche, en Ponferrada, escribí a oscuras y lo único que sentía era miedo de no saber lo que me esperaba pero con mucha ilusión de llegar comenzar, sabía que este Camino me ayudaría a saber escoger en un futuro.

El segundo día me doy palabras de ánimo. Ni yo me lo creo. Si las hubiese leído a tiempo... Comienzo a ver los peligros del Camino, las dificultades. Termino escribiendo "Mucho ánimo y lucha por lo que quieres".

Esa misma noche tiraron piedras. No había sentido tanto miedo como ese día, en serio. No sé por qué este día termina con "Que vivan los idiotas que nos hacen reír". Mis tobillos comenzaban a hincharse. Ya había descubierto que el ánimo comenzaba a decaer. Gracias a Dios, tenía al lado a la doctora que me recomendaba comer muchos M&M's, beber mucha agua y, sobretodo, me ofrecía lo mejor que podía darme, su apoyo, el apoyo de hermana que tanto necesitaba. La etapa desde Villafranca a Piedrafita fue la más dura, sin duda.

El tercer día termina con un "¡¡Me encuentro fenomenal!!" Todo mentira. El bajón ya era apreciable, era algo imparable. En esta etapa tuvo lugar el primer milagro. La doctora se hartó de mí, siguió para delante y me dejó detrás. Ya brotaban las lágrimas de impotencia, de poder continuar su ritmo. Hay una frase que me gusta mucho "Si Cristo no se bajó de la Cruz, ¿por qué iba a retirarme yo?" Era lo que me repetía día tras día, lo que me daba fuerzas para continuar.

La cuarta etapa es la que ya había comentado. Los tendones se hacían notar. El paisaje era maravilloso con las escaleras de piedras, la niebla, árboles en medio del Camino y hasta un río que corría al revés. Por fin comí tarta de Santiago. Los compañeros ya recitaban los primeros discursos de agradecimiento y yo no podía contenerme las lágrimas.

El quinto día tocó compartir polideportivo. Si mi ánimo no estaba muy arriba, vi el baño y me derrumbé por completo al ver que solamente había uno y lleno de telarañas. Estaba más que claro que estaba a punto de volverme a casa. Compartí los primeros ratos con dos amigos muy especiales. Este sí que fue de los días más divertidos.

Y por fin llegamos a la sexta etapa, la que me enterró. Pasé absolutamente todo el día llorando, desde que me levanté hasta que me volví a acostar. El dolor de tobillos ya era inaguantable, mi ritmo cada vez decaía más. La doctora fue a su aire. Me duché con agua fría, no, congelada. El momento terracita sí que me gustó. Tomar el café calentito cuando pegaba el frío, se agradecía mucho. En la eucaristía lloré más que nunca. Salí buscando consuelo y no lo recibí. Para remate, mamá llamó echándome la bronca y no podía más, le colgué. Discutí con la doctora.- Incluso ahora, recordándolo, me echo a llorar.- Esa noche sí que la pasé completamente llorando. Pedí volver a casa. Era este el motivo por el que no me encontraba con fuerzas de volver a leerlo. Fue el último día que usé lentillas.

La etapa anterior había causado en mí un cambio en mi manera de actuar. Físicamente, ya no solo llevaba los tobillos inflamados, ahora iban a conjunto con mis ojos. El Camino se hizo ameno con las canciones. Y el buen recuerdo de una eucaristía espectacular en Arzúa.

El octavo día se hizo pesado al hacer desvío hasta Touro. La doctora ya no tenía que tirar de mí, otra personita se ocupó de mí. Tuve el primer detalle con sabor a chocolate y, por primera vez en el Camino, tuve ampollas.

La novena y última etapa llevaba el ánimo por las nubes. Solo de pensar que era el último día tenía hasta ganas de correr. En mitad del Camino, se liaron los cordones de la bota derecha con la bota izquierda y estuve a punto de caerme. Alguien me cogió la mochila antes de que arrastrara conmigo al suelo. El esfuerzo mereció la pena. Se puede leer "El Camino ha terminado".

La experiencia ha sido muy positiva. Me ha ayudado a crecer como persona. Los malos momentos me hicieron aprender y los buenos... Los buenos quedan para el recuerdo. Y como dijo Faustino...

Dejemos obrar a Dios que para mejor será.

En busca de la felicidad

No tengo sueño, sé que no voy a poder dormir rápidamente. La comida ha dado lugar a excesos que ahora me toca pagar. Nada importante, claro está. Ninguna novedad. En casa siempre se está bien, nunca hay discusiones ni nada que no quiera ver.

Llevo un par de días planteándome hablar sobre algo importante, muy importante en nuestras vidas. Es algo abstracto pero que sabemos cuándo lo alcanzamos. Es eso de lo que últimamente no paro de comentar. Se llama "felicidad".

Sé que ahora está de mi lado, lo que no sé es por cuánto tiempo. ¿Qué será lo próximo que venga para acabar con ella?

Me he cuestionado un punto de vista del que estoy muy segura no todos estamos de acuerdo. Es un punto de vista maravilloso para mí, habrá otros que no les guste tanto pero, por una vez, voy a hacer lo que venía haciendo antes de dar el pequeño salto a la fama. Voy a escribir como si únicamente lo hiciese para mí.

Desde que tengo uso de razón anduve buscando la felicidad. Aún no la he encontrado ni tengo claro por dónde hacerlo. 

-En realidad, busco la manera de hablar de un tema y no sé cómo enlazarlo. Voy a intentarlo.-

Cuando tenía unos once años se me pasó por la cabeza una forma de dedicar mi vida a ser feliz. El miedo me pudo y quedó en eso, una forma que nunca se ha llevado a cabo, aunque aún puedo tenerla como opción. 

-Nada, lo doy por perdido. No sé cómo hablar de ello. Quizá no es el día. Empezaré por otro lado.-

Hace unos años, tuvimos una pequeña reunión en la residencia con una chica que pretendía llegar a ser novicia, hoy en día lo es. Me sentí muy identificada cuando contaba que es ingeniero agrónomo. 

-Parece que no, no puede ser, hoy no encuentro cómo hablar.-

En resumidas cuentas, sólo pretendía decir que una bonita forma de encontrar la felicidad es esa, ayudando a los demás. Da igual que haya fe de por medio como si no la hay. Lo importante es colaborar con los más desgraciados y hacer que por un instante sientan esa alegría, esa felicidad que intentan transmitir las personas que dedican su vida a ello. 

Hace unos años propuse en casa que quería irme de misiones y aún tengo la idea en mente. Va a ser una experiencia muy gratificante y quizá sea ahí donde está mi verdadera felicidad.

El concepto felicidad siempre lo había asociado a terminar de estudiar, trabajar y formar una familia numerosa pero hoy lo veo con otra perspectiva. No sé si habrá familia en un futuro o no, lo único que sé es que quiero llegar a ella, a la felicidad plena.

¿Y cuál será esa felicidad plena? Siento curiosidad por saberlo.

Cada persona nueva que aparece en mi vida me da la sensación de que vienen a encaminarme hacia ella, aunque cada uno lo hace a su manera. Unos me desvían y otros llegan para corregirlo. Sigo sin saber quiénes llevan razón. Solo sé que hay pocas personas, y no son las más cercanas a mí, las que me hacen soñar con ella. Todas ellas se relacionan con la fe. Por ese motivo, cada vez que alguien dice "yo también creo" se me ilumina la cara, porque sé que es ahí donde está mi camino. No sé de qué manera me quiere Dios, pero estoy dispuesta a todo lo que me pida. Sé que el miedo está ahí y si quiero encontrar la felicidad, tendré que salir a su encuentro. El tiempo lo dirá.

- Por fin he llegado a expresar lo que quería contar.-

Era espectacular la expresión de mi compañero contando la ilusión que le hacía casarse. La felicidad que sentía hasta me la contagió. Llegué a clase con una sonrisa de oreja a oreja solo por haber escuchado aquella alegría que tenía mi amigo. Aquella era su felicidad plena.

A fin de cuentas, esto han sido unas cuantas ideas sin sentido. Será el constipado que porto o las hormonas que empiezan a revolucionarse, quizá sean los nervios... Lo que sea.

Mejor me voy a descansar, si me dejan.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Recuerdos para guardar

Parece que las desgracias vienen todas juntas. Hace unos días contaba cómo había fallecido un niña a causa de un accidente y hoy, tengo parte de la familia velando un cuerpo. Esta vez no fue un descuido, la culpable fue una larga y dolorosa enfermedad.

Tenía dos montones de apuntes que me molestaban y decidí guardar lo que ya no tendría utilidad por el momento. Entre ellos guardaba notas que he ido escribiendo a lo largo del cuatrimestre. Notas que me hacían sentir mejor, frases que alguien me había dicho en un momento de desesperación. Ojalá no hubiesen aparecido, preferiría vivir en la ignorancia de su existencia, ya que ni recordaba haberlas dejado esparcidas por el escritorio y los cajones. Una de ellas, he optado por dejarla de marcapáginas. Quizá sea una decisión errónea. En ella pone:

"Alguien que te miente, que juega con tus sentimientos, que no es capaz de mirarte a los ojos, que ha hecho que lo pases mal, que te hiere, que vuelve cuando tú no quieres saber nada... Esa persona no se merece ni conocerte."

Cómo estaría en ese instante en que lo escribí para plasmar esas frases tan duras.

Después tengo una parrafada. Fue el primer día de clase cuando me senté frente a la ventana, cuaderno en mano... El tema era la vuelta de vacaciones y lo que ello suponía, el reencuentro.

"No entiendo por qué no puedo dormir si tengo sueño. No soy capaz de despejar la mente y relajarme... Pienso en él y en todo lo que hay a su alrededor. Creo que le quiero, pero solo lo creo. No puedo quitármelo de la cabeza ni un segundo del día. 
Si le veo, mi corazón acelera, mis nervios no me dejan actuar con normalidad y lo único que consigo es girarle la cara y hacer como que no me importa cuando es todo lo contrario. Me gustaría hablar con él y confesarle todo lo que ronda por mi cabeza, pero soy incapaz.
Siento que me ha mentido, que tampoco le importo tanto como me dijo la última vez. Le creí y sé que si todo eso salió por su boca no fue para hacerme daño. Quizá está inseguro.
Yo tengo claro que él no es exactamente lo que busco, que es muy probable que todo esto sea una pérdida de tiempo, pero si él tuviera ese miedo que tengo yo de perderle, sería el chico de mi lista.
No sé cómo actuar, no sé si es mejor hacer como que no me importa o ponerme en ello y demostrarle que me importa demasiado.
No es perfecto y cuando estoy con él decae todo mi orgullo, parezco otra. 
Me acerqué y es como si me hubiese rechazado, ha actuado como yo lo hice la última vez. Puede que yo no le importe o puede que demasiado.
El tiempo lo dirá pero, hoy, le sigo queriendo..."

No tuve valor de leerlo cuando tuve el papel en mis manos. Detrás, hay unas frases de ánimo:

"Te gusta la imagen ficticia que te hayas llegado a montar en tu cabeza."

"En alguna parte, hay un chico que vale la pena y que te está esperando."

En un primer momento, pensé en rajarlo todo y tirarlo, al igual que hice con toda la propaganda que había ido guardando a lo largo de estos meses. Por otro lado, esos sentimientos comienzan a desvanecerse, de hecho, podría decirse que han desaparecido casi completamente. No me importaría volver a leerlos una y otra vez, ya no significan nada.

He aprendido en este tiempo que tengo cosas más importantes en las que pensar, nuevas ilusiones... Y no, él no forma parte de ellas.

Aunque, me pregunto, ¿si he escrito esto es porque sigue rondando por aquí? Espero que esto sea lo último que vaya a hablar de él.

lunes, 7 de febrero de 2011

Cuando menos lo esperas

Pensé que hoy no volvería a dormir a la resi. Ha sido una tarde muy extraña, ha dado un giro completo sin apenas tener consciencia de que podría suceder algo así.

Me he dado cuenta de cómo se puede ir la persona que más quieres sin darte cuenta, en un abrir y cerrar de ojos. Cuánta impresión cuando contaba lo que le había ocurrido a la pequeña, la situación de los padres... Se me erizaba la piel cuando decía que el padre sujetaba un zapato y no paraba de darle besos entre lágrimas. La sensación ha sido más intensa escuchando cómo se despedía de ella uno de los sanitarios que había allí. "He hecho todo lo que estaba en mis manos para salvarte". No sabía qué contestar.

Esto es solo una historia de tantas similares que habrá y que aún están por darse pero, realmente no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Quién iba a pensar que una niña sin apenas haber comenzado a disfrutar de la vida haya tenido que irse. Así de dura es la vida.

Somos tan inconscientes de no valorar lo poco que poseemos... También sabemos que si sacamos a la luz constantemente los sentimientos más profundos no parece que sean tan importantes. Qué mal acostumbrados estamos. Sería todo un placer escuchar cada día lo que nos gusta oír de esas personas tan significativas en nuestras vidas, aunque restaran todo su mérito.

He decidido que a partir de hoy nunca pondré mala cara a los que quiero porque quizá mañana, cuando me levante, hayan desaparecido de mi lado y no me gustaría que el último recuerdo que tuviese de ellos fuera una discusión o una mala contestación. Arreglaré los asuntos que tenga pendientes siempre que pueda. Viviré cada día como si fuese el último. 

Cada día anotaré lo que no me atrevo a decir por si llegase ese día y no me hubiera dado tiempo a echarle valor y soltar de una vez todo lo que llevo callando durante tanto tiempo. No soy muy asidua a expresar sentimientos...

Esta noche brilla en el firmamento una estrella más, pequeña pero muy fulgente.

martes, 1 de febrero de 2011

Y aunque esté marchitando...

Llevaba tiempo sin escribir y lo necesitaba. Necesitaba escribir. Estoy feliz, muy feliz. El río vuelve a su cauce, todo sale como esperaba que saliese. No termino de creerlo. Hacía mucho tiempo que no sentía tanta satisfacción personal. Y me encanta sentirla. Es la mejor sensación que una puede vivir, estar a gusto con una misma. En parte, todo mérito es mío, pero no totalmente.

Ahí estaban todos para darme ánimos, para decirme que todas las tonterías del pasado siguen siendo eso, tonterías. Ir por el pasillo y recibir una sonrisa es algo tan especial, algo que te levanta el ánimo por muy enterrado que esté.

Ya salieron aquellas personas que me envenenaban poco a poco, que intentaban acabar conmigo. Gracias a Dios no lo han conseguido, porque ellos estaban ahí. Además, he recuperado lo perdido, que me da el doble de energía cuando me levanto por la mañana. Tengo ganas de comerme el mundo y, si sale mal, ellos estarán para colocar la colchoneta, que no vuelva a hacerme daño.

Desde el pobre compañero extranjero que va conmigo a clase sin apenas entender el idioma, pasando por el amigo que me entrena, las niñas que me hacen amenas las clases, el chico que se sienta a mi lado, la que siempre tiene tiempo para venir de rebajas, el que hace de novio y me llama "cari", el que me invita a desayunar cuando puede, el que se despide con un "hasta luego, guapa", la que está en mi habitación contando aventuras de sus hermanos, la que me pregunta cada día qué tal han ido los exámenes, la que me enseñó a disfrutar de Twitter, la que conoce bien lo que es un Challenge acepted, la que me quiere vender gafas de sol, la que dice que sale en plan concierto y se viste de boda, la que quiere ser rockera y no sale de pija, la que se fue a Roma y no sabemos cuándo volverá, la que nos cede su casa para marujear, la que hace de madre en situaciones complicadas, la que siempre está agobiada con los exámenes, la que no le veo el pelo desde el año pasado, la que anda perdida por Calabria, la que se pasa media vida desenredándose el pelo, la que roba sillas de la feria, la que me da besos de buenas noches, la que me pide la ropa, la que me hace muchos regalos sin esperar nada, el que me enseña vídeos que me hacen reír, el que me lleva de viaje, el que me espera en Messenger, el que me regala su batería y quiere mis mallas, los que cada vez que me ven se alegran... 

Son muchos los que forman parte de mi vida. 

No me olvido de los que me "siguen". Hacéis que esto sea algo más que una ilusión, una realidad.

Y aunque el jacinto esté marchitando, valió la pena haber florecido.