martes, 13 de septiembre de 2011

Todo se pasa

He retomado el cuaderno que empecé en Madrid, regalo de una gran amiga. Lo tenía un poco abandonado porque durante la noche en Cuatro Vientos tuvo la mala suerte de estar en la mochila que acabó de agua hasta arriba, ésa misma que guardaba el YouCat, el Libro del peregrino, mi hojita de las Sisters of Life, entre otras cosas.

Cuando volví a Getafe tuve ganas de tirarlo todo, yo no quería guardar nada tan deteriorado como había quedado todo. Gracias a Dios, esperé a volver a casa y comprobar que entre los libros que guardaban las mochilas de mis padres la gran mayoría se habían salvado. Aún así, no fui capaz de deshacerme de nada.

Estuve buscando un nuevo cuaderno pero ninguno estaba a la altura del que ya tenía a pesar de las condiciones en las que se encontraba. De vuelta a la resi, mantengo mi cuaderno, en el cajón del escritorio, y el YouCat, arrugado por la lluvia, en la mesita de noche.

Esto mismo me recuerda al cuaderno que llevé al Camino de Santiago, que no fui capaz de volver a cogerlo pasados más de seis meses. Tal vez por evitar malos recuerdos, malas sensaciones pero el día que me enfrenté a él, fue el día que de verdad comprendí lo valiente que había sido por no haber abandonado el Camino a pesar de las circunstancias y aunque cada día pareciese que la mochila pesara más.

La noche de Cuatro Vientos fue dura a nivel personal y ver las páginas mojadas de ese cuaderno me hacía recordar la experiencia. Por suerte, esta vez no han pasado seis meses, ni tan siquiera seis semanas, y los los frutos de la Jornada Mundial de la Juventud ya están empezando a cuajar.

Asimilo lo vivido, lo pongo en práctica en cuanto tengo ocasión y lo comparto con todo aquel que se ofrece a escucharlo.

2 comentarios:

Angelo dijo...

Yo soy uno de los que me ofrezco a escucharlo, con ganas.
Saludos

María dijo...

Muchas gracias, Angelo. Estoy encantada de leer esas palabras.

Un abrazo