lunes, 3 de enero de 2011

Díselo con flores

¡Lo necesito ya! Quiero desconectar de todo y es cuando más conectada debería estar. Esto no puede ser. Buscaba alguien a quien contarle todo lo que me ocurre en este momento y no he encontrado nadie que se adecue a mi necesidad. Mal empezamos. Lo único que he conseguido ha sido echarme unas risas leyendo cómo se puede tener una vaca en una isla. Comienzo a desesperar.

Bien, al fin llegó lo que me hacía falta, gracias a Dios. Me llenan los ojos frases llenas de sabiduría.

"Piensa en frío". Primer consejo de la noche, mejor lo dejaré para consultar con la almohada. "Deja el rencor si no quieres perder a las personas que quieres". Segundo consejo, más difícil de llevar a cabo, pero no imposible.

Y se escucha La parábola del tonto... Es la parte negativa de poner el reproductor en aleatorio, que escuchas de todo y siempre aparece la divina casualidad que te ofrece las canciones oportunas al momento.

Hace dos horas que emprendí esto... Mientras tanto, tuve tiempo a animarme y a rematar unos asuntos. Suena Lisboa. Es la necesidad de encontrar eso que me falta, eso que tanto anhelo. Cambio radical de la temática.

Es inevitable echar la vista atrás y descubrir todo lo que he ido perdiendo con el tiempo. Otra más para la lista de canciones, Paracaídas. ¿Qué será lo próximo? Tengo miedo a percibir lo que sigue habiendo ahí afuera, a volver a cometer los mismos errores que perpetré en el pasado. Mil veces he dicho que se aprende de las equivocaciones, pero diez mil veces más repito que somos tan débiles que no vemos entre la confusión. Pensamos que esta mano será distinta pero, no, sigue siendo exactamente idéntica a la ya cometida. Suerte si hay alguien cercano que sea capaz de abrirnos los ojos. 

No siempre sucede así. 

En otras ocasiones somos tan cabezotas que damos todo por tirarnos de cabeza a esa piscina sin agua llegando a encontrarnos solos, destrozados, incapaces de seguir adelante. La vida me ha enseñado que incluso en ese estado hay quien está ahí, ya sea la familia o un amigo al que diste de lado por tu obcecación.

Olvídate de mí, siguiente pista de la lista. Vale, pues te olvido, que no quiero volver a errar. Fácil de decir, difícil de lograr. Es lo mismo de siempre. Todo se centra en nuestro centro de gravedad, eso que más nos atrae y que nos lleva de cabeza. Eso que no queremos volver a repetir. Aunque nunca seremos capaces de decir "no". Se necesita mucha entereza para enfrentarse y decirlo con total confianza. Generalmente, es un don que no se tiene. 

Nos ocultamos tras las nuevas tecnologías, todo lo solucionamos con un pequeño mensaje o una simple conversación por messenger pero, esa no es la solución. Hemos perdido esa costumbre de sacar valor donde no lo hay y decir que es lo que no buscamos, decir "no", y, sobretodo, escuchar la otra parte, los otros sentimientos, las otras opiniones, eso que detestamos oír porque sabemos que, en lo más profundo de nuestro interior, hay una voz que nos hace inseguros, nos hace dudar y volver a recaer en eso en lo que estábamos tan seguros.

El ser humano es así. Somos impredecibles, nos gusta fluctuar, preferimos continuar jugando llegando incluso a hacer daño. Por suerte, no hemos sido nosotros quienes hemos escogido nuestras formas de pensar y actuar. Tenemos excusa.

En fin, un poco sin sentido pero muy juicioso. Seamos audaces y evitemos el mal ajeno aunque con ello vaya nuestro bienestar.

Tratad a los demás como os gustaría que os tratasen. Pues, si amáis solo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? (Lucas 6, 27-38)

Ahí queda.

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